Capítulo 4

¿Es posible sentir deseos tan intensos por una persona que has visto una sola vez en tu vida? No sé qué sucede conmigo, pero últimamente, cada vez que pienso en el mecánico, todo mi ser se estremece. Su pecho, sus brazos, sus ojos, sus labios, su forma de sonreír, de sostener sus herramientas de trabajo en sus manos, de sudar en demasía, de sus labios húmedos por el agua que bebe, son detalles que quedaron en mi mente y no puedo sacar por más que intente no dejarme llevar por su imagen.

Hay momentos en mi día, donde estoy tan desocupada y sin nada que hacer, que inconscientemente pienso en él. No sé qué me pasa, ni mucho menos por qué cuando pienso en él mi piel vibra con ganas.

He intentado ver a Amir con ojos de deseos, pero él ya no inspira en mí siquiera un mal pensamiento. Además, él tampoco me busca para al menos quitarse las ganas de encima, algo que me hace pensar que tiene a alguien más. En su mirada puedo ver el aburrimiento y lo infeliz que es a mi lado, por lo que no entiendo a son de qué continúa a mi lado. Si es por no perder todos los seguidores que se ha hecho, él tiene las de ganar con todos los que siguen el partido de su familia de años atrás.

La actitud de Amir ha cambiado mucho y cada día lo desconozco más y más. Ya no es el mismo hombre que quise algún día, ahora parece más un desconocido que aquel buen chico que se ganó mi corazón y me hizo pensar en una vida a su lado.

Me encontraba realizando el inventario en la boutique, cuando varios golpes en la puerta me sacaron de mis deberes. Le di permiso para entrar a la persona que había interrumpido y una de las empleadas entró, luciendo pensativa y preocupada.

—Sra. Brianna, disculpe que la interrumpa, pero si no fuese importante, no la molestaría.

—¿Qué ocurre, Anita?

—Es que mi madre iba de camino a una cita médica y el auto se averió. Mi hermana está con ella y es la que la lleva y la trae, pero no puede llevarla a su cita y dejar el auto en medio de la calle. Y tampoco puede llevar el auto a un taller porque no contamos con el dinero para pagar por el arreglo  en este momento, además de que mi madre perdería esa cita que tanto nos costó sacarle y es de suma importancia —habló tan rápido, que tuvo que tomar una gran bocanada de aire—. Sé que hoy es el día libre de Lulú y no quiero que piense que estoy diciendo todo esto para que tenga consideración conmigo...

—Toma un respiro, Anita —le sugerí y así lo hizo—. Si tienes que asistir a tu madre y a tu hermana, adelante. No tengo ningún problema con ello. En cuanto al mecánico, yo asumo los gastos de la reparación del auto.

—¿En serio? No quiero abusar de su confianza. Permíteme pagarle la reparación con horas extras o descuentos de mi salario.

—Comprendo que hay situaciones que salen de nuestras manos. Hoy puedo cerrar la tienda o, en cuanto termine de realizar el inventario, puedo atender yo misma. No tengo problema en hacerlo. Ve con tu madre y llévala a su cita, yo me encargo del resto, ¿de acuerdo?

—¡Mil gracias, Sra. Brianna! Es usted un sol.

—No agradezcas. Ve antes de que se te haga más tarde —sonreí—. Envíame la ubicación del auto e inmediatamente llamaré a alguien para que lo recoja.

—De verdad muchas gracias —me pasó la dirección en donde se había quedado el auto averiado y se marchó a toda prisa.

Saqué de la gaveta la tarjeta que el mecánico me había dado hace unos días y le di vueltas en mi mano, encontrando un poco de valor en mí para llamarlo. He tenido la tentación aunque sea de enviarle un mensaje, todavía no entiendo por qué ni para qué, pero mi auto está en óptimas condiciones y no tengo ninguna otra excusa que pueda usar para llamarle.

Tomé una gran bocanada de aire y marqué los números, ansiosa y con una taquicardia que no podía explicar. ¿Cómo algo tan simple como una llamada puede ponerme tan nerviosa? Solo voy a hablarle para que pueda arreglar el auto, no para pedirle alguna otra cosa.

Justo cuando iba a colgar porque los nervios me gobernaron demasiado, respondió la llamada:

—Sí, buenos días.

—Buenos días, soy Brianna —vacilé por un instante, sin saber qué más decir.

—Disculpa mi falta de memoria, pero ¿qué Brianna eres?

—La del deportivo rojo —no sé por qué me molestó que no se acordara ni de mi nombre.

—Ya, ya recuerdo —soltó una suave risita—. ¿En qué te puedo servir?

—Necesito otro servicio, pero esta vez no podré llevar el auto hasta el taller.

—Por supuesto, dime la dirección a donde debo ir y ahí estaré.

—Te la enviaré por mensaje.

—De acuerdo.

Me quedé con el teléfono en mano unos instantes, pero colgué rápidamente, ya que no tenía más palabras para decirle. No existía una persona en este mundo que me hiciera sentir tan nerviosa, y ahora viene un completo desconocido a azorarme sin hacerme ni decirme nada.

Me apresuré a enviarle la ubicación del auto y me di cuenta de la hermosa niña que tenía como foto de perfil. No pensé que un hombre tan atractivo tuviese pareja y un hogar, pues estaba muy ocupada dejándome llevar por la perversión.

Sacudí la cabeza con fuerza y me dediqué a realizar mi trabajo, diciéndome a mí misma que es una locura y estupidez pensar en tener una aventura con el primero que se cruce en mi camino y me haga despertar las mariposas en mi piel. Todas estas reacciones que no había experimentado antes me hicieron entender que lo que yo necesito es quien pueda calmar esos deseos que están ardiendo en lo más recóndito de mi ser, pero en vista de que mi esposo no es capaz de brindarme una vaga caricia, tendré que buscar una solución por mi cuenta, pues tampoco puedo ir a meterme bajo las sábanas con cualquiera.

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