CINCO

"Y si... ¿Comenzamos de nuevo?"

El martes, mi supuesto día de descanso, ese pequeño atisbo que creía tener de paz antes de volver a sumergirme en el trabajo, se había visto interrumpido, una vez más por mi madre.

Sí, aquella mujer que creí no volvería a ver tras su ruidosa marcha la tarde anterior, como si no la conociera ya lo suficientemente bien.

Esto era lo usual en ella.

Armar su espectáculo, su show, revolver, agitar, sacudir la vida de aquellos que la rodeaban, para terminar, volviendo como si nada hubiera pasado.

Me había lanzado la indirecta de la oportunidad que sería para mi él que me hubieran despedido, como si no hubiera escuchado nada de lo que en la mañana de ese martes le hubiera soltado.

Despreciar a alguien porque no parase de estar en la boca de quien te atormentaba tu mera existencia, nunca lo vi justo ni aplicable, aún así aquí me vi haciéndolo al escuchar una vez más el nombre de mi prima ser empujado en cada oportunidad que tenía.

Quedarme sin trabajo para mi madre representaba mi vuelta a su casa, lugar que dominaba, del que tenía derecho por sobre todos, donde no se vería mal si me dejaba fuera, en la calle, por volver más allá de lo que ella consideraba apropiado y sobre todo, ser útil una vez en mi vida, ayudando con los preparativos de la boda de mi prima.

Mi gran pregunta era si esta vez sí se casaría con el susodicho o nada más haría despilfarrar una jugosa suma de dinero antes de aceptar una nueva propuesta de matrimonio.

De todas formas, la hiciese o no, dudaba en ir a un evento donde se encontrará toda mi familia, suficiente tenía con verme arrastrada por mi madre a algún que otro cumpleaños.

Pero mi madre no era la única que sabía agenciarse aquello de fingir demencia y no recordar que hubiera pasado algo malo o incómodo.

Hoy me había topado con que Gratia sabía manejarse en esas líneas mucho mejor que mi madre, como si el remordimiento no agitase su conciencia y el hecho de tenerme ahí de nuevo inmersa y sumergida entre pilas y pilas de trabajos, la librara de todo mal comportamiento.

No es como que quisiese una disculpa... nunca nadie se ha disculpado conmigo.

Cuando alguien choca en la calle conmigo, simplemente continua de largo.

Si alguien hace algo que sabe está mal contra mí, simplemente pasa de largo.

Es normal, no lo exijo, ni hago un gran revuelo, supongo que es culpa mía por no alzar la voz en mi propia defensa... Pero ¿Cómo siquiera se hace eso cuando ni consigo formular más de dos frases seguidas?

Todo se había sentido tan cómodo y fácil con Conrad.

Él lo hacía sentir fácil, como si dijera lo que dijera no se burlaría o menospreciaría mi comentario, ni pensamiento, como si realmente tomara en cuenta lo que decía.

La escena en la casa de Gratia en la noche, volvió a mi pensamiento, si quiera supe porque, me vi recordando el tacto de sus dedos sobre mi mentón.

Como si la hubiera invocado, su puerta se abrió dejando paso a la mujer de piernas increíblemente largas y belleza despampanante. Me levanté de mi lugar al toparme con su mirada tras sus oscuras gafas de sol de Dolce & Gabbana, volviendo a vestir su chaqueta de ante marrón claro y su bolso en mano.

— Coge tus cosas, nos vamos.

¿Qué? ¿Cómo?

Intente recordar algún posible compromiso que tuviera pendiente, pero por la forma en la que arrastro sus gafas por el tabique de su perfecta nariz, agrandando el escudriñar de su mirada sobre mí, me vi apurando mi accionar hasta cumplir su mandato.

Atrape mi americana oscura y mi bolso, no sin antes asegurarme guardar lo importante en el lugar seguro de mi escritorio.

Escuchaba sus tacones de fondo, alejándose por el pasillo, cuando me perdí en la sorpresa al abrir el cajón donde lanzaba aquellos escritos degradantes y repugnantes, con la seguridad de que nunca nadie los leyera, completamente vacío.

Un frío recorrió mi columna vertebral hasta implantarse sobre mis mejillas.

¿Alguien había encontrado mis escritos? ¿Alguien los había leído?

Mi respirar se volvió errático ante el pánico que hirvió y chispeo en mi sistema.

— ¡Davinia!

Aquella voz lanzando con cierto malestar mi nombre, me bajo de golpe a la tierra, terminando de meter lo que iba a meter en el interior de aquel cajón y cerrándolo tras mentalizarme que simplemente los de la limpieza se habrían ocupado de eso.

Sí, era cosa de los de la limpieza.

Ellos solo tirarían esas bolas de papel arrugadas por la frustración y el desprecio de lo que me hacían sentir cada uno de esos escritos.

Gratia me esperaba en mitad del pasillo, justo en la entrada hacia la recepción que a su diestra se ubicaba el equipo de edición de mayor rango para la editorial G&G.

Ella nunca me esperaba, siempre tenía que encontrarla como muy afortunada, a las puertas del edificio, pero en cambio aquí estaba, juzgándome con la mirada medio oculta bajo aquellas gafas oscuras que volvía a encontrarse acomodadas a medio camino de su tabique nasal, esperando que me acomodara a su paso.

Así que lo hice, medio trotando me apresuré a su lado justo en el preciso instante en el que ella retomaba su caminar.

Trevor, el recepcionista de esta última planta, se puso en pie tras su alto mostrador de largas dimensiones justo en el preciso momento en el que ambas salíamos del pasillo.

Gratia lo ignoro, como siempre ignoraba a quien no le aportaba algo de utilidad en su rutina. Y era mejor que así fuera, no era agradable ser regañado por la mujer que atemorizaba sin tan siquiera darle un motivo para que realmente te causara terror.

— Pasaremos por Latterie... sé que almorzaste el otro día con Conrad allí, así que presupongo sabrás que ordenar, no quiero retrasarnos por tus inseguridades...— Ella comenzó a hablar nada más detenernos frente al dúo de ascensores que no tardó en llamar. Mientras esperábamos ella procedió a rebuscar algo en su amplio bolso hasta finalmente sacar su móvil y enfocarse de lleno en este. — Te harás cargo de mis llamadas el resto del día, hasta regresar a la oficina...

Indico bloqueando el teléfono y tendiéndomelo con las mismas, sin molestarse si quiera en mirarme, pues las puertas del ascensor se abrieron dándonos paso a su interior. Atrape el aparato antes de que se cayera al suelo y esta vez sí se llevara a cometido mi despido, para terminar, adentrándome tras ella en el ascensor.

— Señora Graham...— Ella ladeo su cabeza sutilmente para observarme de reojo, por encima del hombro, como siempre me observaba. — ¿Ocurre algo?

¿Enserio? Esa es tu pregunta... Dios.

La mujer no respondió, simplemente se limitó a volver su enfoque al frente mientras el ascensor descendía.

Supuse que no obtendría respuesta así que insegura volví mi vista al frente, en espera a llegar a la última planta del edificio de quien era dueña.

— No tiene que ocurrir nada para que te requiera conmigo... eres mi asistente, ¿Cierto?

Entreabrí mis labios por lo incorrecto de esa información, era solo su secretaría, no me pagaba lo suficiente como para ocupar ese puesto, aún así me vi volviendo a cerrar la boca por lo inevitable, ya era muy tarde para quejarme por algo como eso.

Llevaba tres meses ocupándome de un trabajo que realmente no me había sido dado y total, la diferencia monetaria no creo fuera lo suficiente discordante como para mejorar del todo mi vida de plano.

Así que, como gesto recurrente en mí, me limite a colocarme en mi lugar a unos pocos pasos de distancia y guardar silencio.

El descenso en ascensor fue tan corto como las tres plantas que nos separaban de la recepción, nos lo permitía.

Aquel bajo edificio de iluminado diseño arquitectónico era foco de más de un transeúnte que deseaba conocer que era si quiera lo que se realizaba en su interior, pareciendo casi un segmento moderno de algún museo ante su compleja estructura representativa al exterior.

Lo poco que sabía respecto al diseño de ese increíble edificio, era lo que escasamente las paginas de internet te proporcionarían, como las menciones que se había llevado tanto ese diseño como el arquitecto que lo realizó.

Ni siquiera era necesario indagar de más para atar los cabos requeridos.

El arquitecto y la empresa a cargo de la construcción de tan maravillosa obra moderna, era miembro de aquel círculo cercano de Gratia.

No, no había podido ver foto del susodicho, solo de sus asociados, donde tranquilamente podías ubicar a Gratia, Conrad y Ezra. Como si rehuyera a la vida publica y al cotilleo al que figuras como ellos daban paso.

Abandonando el edificio le seguí el paso con el mismo apuro que al piernas largas de Conrad.

Ser enana es tan jodido.

El móvil en mi mano vibró, distrayéndome por un breve instante del camino para enfocar el repentino mensaje que le había entrado a Gratia.

Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar cuando la mano de Gratia me jaló hacia atrás, creando que alzara con brusquedad mi rostro y contemplara los centímetros que faltó para ser atropellada por un coche que pasó con la velocidad inapropiada ante el rápido cambio del semáforo.

Mi corazón se agitó con brusquedad por la sorpresa concentrada en cada poro de mi ser, tanto por mi casi muerte como por el acto protector de Gratia.

Me vi volcando la atención hacia la esvelta mujer a mi zurda, quien si quiera reparó en tras apartar su mano de mi hombro, alivianando el agarre brusco que había ejercido en dicha zona y seguir de largo como el resto de transeúntes, ajenos a lo inverosímil que resultaba todo aquel hilo de pequeñas y diminutas aportaciones a lo corto del día por parte de Gratia.

Al volver en mí, me apresuré a trotar tras Gratia hacia el restaurante donde frecuentaba almorzar mi jefa, así como el que visite por primera vez como cliente con Conrad.

Era cierto que Gratia parecía aplicar el mismo estado de "Aquí no a pasado nada" que mi madre frecuentaba aplicar durante prácticamente toda mi existencia, la única diferencia entre Gratia y mi madre en este tipo de situación, era esos pequeños detalles que me hacían ver que algo si había cambiado. Algo que a simple vista no se apreciaría, pero que aquí estaba yo dándole quizás más importancia de la que tenía.

— Señora Graham, siempre es un placer recibirla...

Nos recibió el metre tras enderezar su elegante postura y esbozar esa afable sonrisa que hiciera sentir a la clientela de mayor renombre, sentirse bien recibida, garantizándose así una buena recogida en cierto sector de abundante billetera y la frecuencia de esta misma.

No hubo mayor dialogar, con las mismas, habituado al trato hostil y soberbio de la mujer que acompañaba, nos escoltó hacia el que suponía su habitual reservado, aquel donde había tomado asiento la otra vez con Conrad.

Tres meses trabajando para la señora Graham y en ninguna ocasión se me había dado un acto como este, esa mujer dejándome entre ver lo humana que realmente era al tener ese tipo de necesidades básicas como comer.

Así que era más que comprensible que mi pulso se encontrara errático ante mi nerviosismo.

Tomé asiento frente la mujer que tanto me intimidaba, por el evidente gesto que su mirada inexpresiva realizo hacia mí al no saber que paso dar una vez alcanzamos la mesa.

Me deshice de mi americana así como de mi bolso acomodándolo en la silla disponible a mi zurda, imitando casi inconscientemente como una niña pequeña a su madre por los gestos delicados y comedidos que Gratia realizaba.

Era tan diferente con Gratia.

La comodidad que me instaba Conrad ella literalmente la arrancaba lejos, haciéndome sentir en una constante sensación de estar a prueba, como uno de esos exámenes a los que tanto temía en el instituto, por lo que esas notas implicarían en mi futuro.

Ser valida o inútil para mi madre. Era lo que en ese entonces más me importaba y de cierta forma sigue siendo así, aún por mucho intente luchar con esos impulsos de complacencia aquí sigo, pretendiendo complacer a alguien tan amenazador e intimidante como mi madre.

Gratia atrapó la elegante carta del restaurante, que el camarero nos facilitó.

Su francés al pronunciar ciertos platos que puntualizo se deslizó algo más suave, sutil que el de Conrad, aunque su tosquedad aún era propia en su muy escaso acento que parecía no querer abandonarla a pesar de los años que había vivido aquí, en Estados Unidos.

Quizás era ese tono frío y brusco del alemán que aún mantenía muy escasamente en cierta terminación de algunas palabras, lo que enmarcaba aún más su aura dura e intimidante. Aquello que pondría en guardia a cualquier ser humano por el casi inconsciente empuje de atender como soldado a su comandante.

¿En que clase de cosas estoy divagando?

Fruncí el ceño intentando apartar mis pensamientos, para centrarme en pronunciar como me era posible, de forma entendible el plato que seleccionaría del menú.

No me pasó por alto la rápida visual de Gratia sobre mi persona, cuando cerré la carta y se la tendí de vuelta al camarero, quien la recogió seguida de la de Gratia, finalizando la elección de su bebida. Agua con unas rodajas de limón.

— ¿Y bien...?

Volví a subir mi atención de la servilleta de algodón que acomode sobre mi regazo, para enfocar a la mujer al otro lado de la mesa, quien acomodo sus codos sobre la rígida superficie para acto seguido agudizar su interés sobre mí.

¿Así se sentiría un pequeño roedor ante un fiero depredador? Tragué el nudo en mi garganta e intente restarle importancia o interés al escalofrío que recorría mi columna vertebral, quizás por ser la primera vez que tenía tanto tiempo su mirada sobre mi.

A parte claro está, de la otra vez en la que acorto de tal forma dominante nuestra distancia.

Como un cosquilleo burlón, como el fantasma de lo que no quería ponerle nombre, llegué a sentir de vuelta la tensión de sus delgados y pálidos dedos sobre la superficie de mi cuero cabelludo, afirmando en su tenso agarre el control que tenía sobre mí.

Un control, un poder que ignoré hasta ese momento.

Sino... ¿Cómo explicar por qué termine arrastrándome a esas horas de la noche a su casa?

La odiaba. Por lo que me hacia sentir, por el conocimiento constante de inferioridad que de por si mi madre había implantado en mí.

La odiaba... por ser aquello que sentía nunca podría alcanzar a ser. Por su arrogancia, por su absoluto control en todo, por su frialdad, por prácticamente parecer tener todo lo que cualquier ser humano quisiera.

Poder, control, dinero, belleza, estatus y quienes se preocupaban por ella.

La odiaba... tanto como la admiraba... tanto como me...

No, Gratia no me puede interesar, no de esa forma.

Ella sería tan cruel si tan siquiera supiera el hilo de mis pensamientos.

Baje mi vista por pudor aún consciente de la firmeza en su enfoque sobre mí. ¿Por qué no dejaba de mirarme como un depredador hambriento a punto de saltar sobre su presa?

— Ya veo...

Volví a subir mi vista hacia ella al escucharla, intentando saber a que se refería, olvidándome por completo de que había formulado algo anteriormente hasta que volví a contemplarla, desciendo su firme postura de depredador acechando a su presa, para distraerse repasando el resto del lugar, como si no tuviera mayor interés en mi una vez presenté la escasa posibilidad de mantener un enfrentamiento conmigo.

— Tienes que acostumbrarte a esto... — Volvió a posar su atención sobre mí, con menos peso del que anteriormente había deslizado en su frívola mirada. Casi desinteresada, fría, despojada de emoción alguna. — ... Sino no veo futuro en nada que nos implique.

Finalizó haciendo referencia a nuestro interactuar.

Ambas cortamos nuestras miradas al enfocar al camarero quien sirvió nuestras bebidas, seguido de quienes traían ciertos platos que extrañada me vi contemplando como Gratia tenía casi la peculiaridad de Conrad, no tan directa ni visible como el adonis, sino casi imperceptible.

Una pequeña sonrisa amenazo con asomarse en mi comisura al repasar uno de los platos a compartir que le había admitido a Conrad me había encantado. Cierto hormigueo amenazante sobre la posibilidad de ambos hablando sobre algo que me implicara, me hizo impulsar de nuevo mi atención sobre Gratia.

Quien como era de esperar, se encontraba aislada de todo lo que le rodeaba, denotando el gran desinterés que todo le causaba.

Y era cierto que conocía la parte de demonio y ogro de Gratia, esa que exponía ante todos en la oficina o en si en su vida externa a los que ella consideraba de su importancia o interés. El dolor que había arrastrado entre el odio en las palabras que me había recitado en su despacho, volvieron a deslizarse en mi mente como un recordatorio que a ella también le habían dañado y que posiblemente esto, era resultado de algo que desconocía.

No me sentía cómoda ni suelta como con Conrad, incluso en el poco tiempo que conviví con él y Ezra, pero podía intentar aceptar el muro alrededor de Gratia.

Dar ese pequeño atisbo de paz.

Darnos quizás una segunda oportunidad... Porque lo que estaba claro, era que algo se ocultaba entre ella y quienes pertenecían a su círculo personal.

Algo que me instaba a asegurar que sus palabras implicaban más que nuestra relación laboral. Pero tal como se deslizo en mi mente, se esfumó ante lo irreal e inverosímil que podría resultar.

Volviendo mi atención a los platos que había ordenado para compartir y disfrutando de la increíble calidad gastronómica de aquel restaurante, le reste importancia a mi fila de pensamientos.

No había posibilidad de algo como aquello.

¿Cierto?

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