Capítulo 5

  - ¡Suéltame!

Gritó ella de pronto.

  - Espera… solo intento

  - ¿Ayudar?

  - ¿Cómo puedes soportar que te traten así?

  - Son mis padres – contestó, limpiándose las lágrimas con sus coletas – No los puedo  contradecir

  - Pero tampoco puedes dejar que te traten como si fueras un…

  - ¿Un…?

  - Un objeto que ellos puedan controlar – terminé por decir – Eres una persona y mereces…

  - ¿Respeto? – me miró, alzando una ceja – Esa conversación ya la tuvimos…

  - Iba a decir: Amor – Kate me miró con los ojos bien abiertos – No eres de piedra, hasta una niña malcriada como tú merece amor

  - No… no entiendo…

  - Kate…

Me acerqué de nuevo a ella y ella hizo lo mismo. Miré sus ojos, rojos por el llanto y mi corazón de nuevo se estrujo ¿Cómo una chica tan bonita podía tener ojos de sufrimiento? ¿Cómo alguien que lo tenía todo, aparentemente, podía tener una mirada tan triste? Tomé a Kate de nuevo de los hombros y la abracé, fuertemente.

Ella estaba estática, yo sin embargo la apretaba cada vez más contra mí ¿Por qué estaba haciendo esto? No podía soportar, aunque ella no fuera de mi agrado, verla llorar, verla siendo apabullada por sus padres, eso no estaba bien. Kate me abrazó, me correspondió el abrazo y de nuevo se puso a llorar, pero en silencio, derramando sus lágrimas en mi cuello.

  - ¡Kate!

Gritó Olivia de pronto y entonces nos separamos.

  - Olivia… - dijo Kate, mirando a su amiga – Vamos a dar una vuelta por ahí

  - Sí… - la miró fijamente - ¿Estás bien?

  - Te lo contaré en el camino… - Olivia asintió – Michael… - Kate me miró, yo me sentía sorprendió por la forma en la que me había llamado – Gracias…

Y entonces ambas chicas se fueron. Me quedé viéndolas, Olivia abrazaba a Kate y esta iba cabizbaja ¿La vida de una niña rica no era glamurosa? ¿No debería de vivir rodeada de lujos y mimos? Por lo que había oído, sus padres no eran los seres más amorosos del mundo ¿Cómo podían ellos tratar así a su hija? Yo jamás trataría así a la mía. Miré a Kate, ella seguía cabizbaja y cada tanto se limpiaba el rostro con sus coletas, luego se fue de mi vista.

Me quedé viendo el lugar por donde ellas se habían perdido y de nuevo sentí presión en pecho. El deseo de correr y alcanzarlas me invadió, pero me contuve, yo no tenía por qué meterme en sus vidas, en sus dramas familiares, ellas dos no eran nada para mí, Kate no era nadie para mí. Me acomodé la mochila al hombro y caminé hacia mi habitación, dejándome caer en la cama.

Había sido una mañana cansada. Miré mi mochila, con la ropa robada, debía de devolverla o me metería en problemas. Miré el techo, unos ojos felinos me miraban, tapé mi rostro con la almohada.

No me podía quitar la imagen de Kate llorando, siendo maltratada por sus padres. El recuerdo de su papá arrebatándole su cuaderno, la mirada de impotencia de Kate, el saber que no se podía defender y luego la resignación. Sus ojos volvieron a mí y empecé a derramar lágrimas. Nadie debía de ser tratado así, nadie…

  - Cualquier cosa que les parezca raro, por favor, repórtenla – empezó a decir el gerente – Han estado desapareciendo pertenencias de los huéspedes y no podemos permitir eso – seguía diciendo – Robarle a un huésped no solo es motivo de despido, también los mandaremos con las autoridades pertinentes si los encontramos infraganti – miré el suelo, mis zapatos tenían manchas – Ahora sigan con sus actividades

Todos los empleados se dispersaron, yo seguí a John hacia las cocinas para lavar los platos del desayuno ¿Qué es lo que había ocurrido? Pues que después de ese almuerzo, ya no me pude detener. Todos los días me topaba con la “Alta Sociedad”,  ellos no me podían ver con la misma ropa, aunque eso significase tener que robar constantemente.

Yo todas las mañanas, mientras los huéspedes desayunaban, entraba a distintas habitaciones y robaba algunas cosas. Pero yo no me las quedaba; mientras los huéspedes cenaban y las denuncias ya estaban hechas, yo devolvía todo a su sitio. Hasta ahora había tenido suerte, nadie me había descubierto, ni siquiera John que vivía conmigo.

Pero es que no me podía contener, tenía que estar constantemente metido en este mundo, la sensación de sentirse importante era sublime. Esa sensación de que todos te admiran por tu intelecto y por tus pertenencias, era algo incomparable, ni un millón de libras se compararía a eso ¿Qué podía hacer? ¿Me estaba volviendo loco? Ahora era un criminal, este hotel definitivamente me estaba dañando.

Los Kensington por otra parte, seguían siendo muy buenos anfitriones conmigo. El señor Kensington constantemente me invitaba a actividades con los socios y sus hijos. Ellos al caminar daban la sensación de estar flotando por encima del resto de personas; en definitiva, yo quería sus vidas.

A veces pasaba las tardes, las que le dejaba todo el trabajo a John, con Olivia. Me gustaba realmente su presencia, era una chica muy agradable. Ella por algún motivo siempre tenía pollo frito con ella, eso me causaba gracia. A quien había dejado de ver era a Kate y eso me extrañaba. No la veía caminar por el hotel ni la veía en las reuniones que sus padres organizaban ¿Dónde podía estar?

Su ausencia se hacía notar, pues no había una persona llamándome “Perro” ni intentando hacerme quedar en ridículo. Olivia también parecía afectarle su ausencia, pues ya no conversaba con la misma confianza con los otros invitados, era como si le faltara Kate para dejarse conocer. Cada vez que le preguntaba a Olivia por Kate, ella solo se encogía de hombros y decía que era algo privado, entonces yo no insistía. Pero entonces el rostro de Kate volvía a atormentarme, su dolor se había quedado en mi memoria y no podía quitarlo.

Su expresión de aquel día había hecho que algo en mí se removiera. Siempre había creído que las personas adineradas eran felices, pues vivían sin restricciones, pero Kate claramente no lo era. Intentaba mentalizarme a mí mismo que ella no debía de importarme, y no me importaba, simplemente era que… no me había gustado verla triste por culpa de sus padres.

  - ¿Quién estará robándole a los huéspedes?

Preguntó John de pronto, yo me tensé.

  - No lo sé,

  - Debe ser alguien bien osado como para arriesgarse a ir a la cárcel – me miró - ¿No lo crees?

  - Supongo…

Miré a otro lado. Sí, lo sabía, estaba arriesgando todo por nada, porque tan pronto como terminara el verano, tan pronto como los Kensington se fueran del “Paradise Sun-Resort” mi fantasía acabaría ¿Por qué entonces todos estos riesgos?

  - Tenemos que ir a acomodar habitaciones

Me dijo John, golpeándome con un trapo de cocina. Asentí a sus palabras y juntos salimos de las cocinas, con las caminas del uniforme colgadas al hombro. Caminamos al cuarto de mantenimiento y sacamos uno de los carritos, luego fuimos a las habitaciones, nuevamente nos tocaba limpiar el piso seis.

  - Es curioso que esta habitación esté vacía por una semana

Comenté, entrando en la 615.

  - Es porque es de las habitaciones más simples, los huéspedes prefieren las grandes o las suites

Explicó John y yo asentí.

  - Algún día me hospedaré en esta misma habitación – me dejé caer en la cama – Como un hombre millonario, tal vez hasta casado con una belleza de mujer

  - Sí… y como padrino de Milo tendrás que traerlo también – bromeó John, haciendo referencia a su hijo imaginario - ¿Ya no ves a los ricachones?

  - No… - mentí – Te dije que solo iba a ser ese día

  - Me alegro… - dijo él y yo lo miré – Porque en algún momento te terminarías enredando con tus mentiras y todo te iría mal

  - Probablemente…

  - ¡He dicho que no quiero! – gritó de pronto alguien, afuera de la habitación - ¡Lárgate! ¡Déjame sola! ¡No voy a ir!

  - ¡Katherine, obedecerás y punto!

Tan pronto como escuche es nombre me asomé por la puerta. Ahí estaba una llorosa Kate, siendo tomaba con firmeza de la muñeca por su madre. Kate forcejeaba y su mamá tiraba más de su brazo. La chica se veía desesperada y Olivia las miraba a ambas sin saber qué hacer.

  - ¡No quiero! – gritó aún más alto - ¡No quiero ir! – siguió gritando - ¡¿Para qué quieres que vaya?! – se legró soltar de su madre y la miró con enojo - ¡¿Para qué te sigas burlando de mí?! ¡¿Para que sigas permitiendo que se burlen de mí?!

  - ¡Cállate! – gritó su mamá, levantando la mano y deteniéndose al instante, los ojos de Kate ya no eran de tristeza, eran de odio – Soy tu mamá y obedecerás

  - Pues no lo haré… - Kate se cruzó de brazos – Ve con Olivia si quieres, yo me quedo

  - ¡Katherine, ven aquí! – gritó la señora Kensington, pero Kate ya se había metido en su habitación con Olivia - ¡Esta niña es el demonio! – gritó, golpeando la puerta – ¡Katherine, abre! ¡Tenemos que ir con la señora Scott! – dejó de golpear la puerta – Si sales te compraré lo que quieras… - dijo en voz suave y dulce – Ven hijita, mamá te quiere, discúlpame por gritarte

  - ¿Qué demonios?

Susurró John, parado detrás de mí.

  - Hijita ven – volvió a pedir – Te compraré un nuevo perrito cuando estemos de vuelta en Londres…

  - No quiero un perrito… - Katherine salió de su habitación – Solo déjame en paz

  - Hijita… - la señora Kensington acarició el rostro de su hija, Kate otra vez esta se quedó inexpresiva – Lo lamento…

  - Ya déjame… - volvió a pedir Kate, quitando la mano de su madre – Espérame diez minutos, estaré lista

  - ¡Me alegras el día, hijita! – exclamó la señora Kensington, acomodándole el cabello a Kate – Ve, hijita, Olivia usted también

  - Sí…

Olivia hizo una venia y cerró de nuevo la puerta. La señora Kensington se quedó ahí para y luego se dio la vuelta, mostrando su rostro de enfado, disgusto y amargura. Sentí miedo; la mujer que se había mostrado dulce con su hija ahora parecía una asesina en serie, la persona más cruel del mundo ¿Cómo podía ser ella una madre?

  - ¡Oh, Michael! – exclamó al verme, de nuevo sonriente - ¿Esta es su habitación? – señaló - ¡Oh este debe ser el chico del que nos habló! – John me miró confundido – Mi esposo lo invita a un almuerzo en el “Salón Presidencial”

  - Sí…

Contesté con temor.

  - No falte…

Pidió, yéndose. Miré a John y este me jaló dentro de la habitación. Ambos nos miramos y él soltó un suspiro.

  - Dime, por favor, que no me metiste en una de tus mentiras

  - Dije que estaba con un amigo – admití y John se llevó las manos al rostro – Ahora han visto tu rostro

  - Yo no voy a mentir – me dijo con seriedad – No esperes que yo también vaya y finja como tú

  - No lo espero – lo miré fijamente, él asintió – Ni siquiera te lo he pedido

  - Esa mujer… - señaló la puerta – Ahora siento pena por la chica odiosa

  - Sí… - miré a John – En seguida vuelvo

  - De acuerdo

Aceptó él. Yo no le había dicho nada a John acerca de las reuniones con los ricos, y no lo haría jamás, aunque ahora supieran de su existencia. Salí de la habitación con mi mochila en hombro y corrí escaleras arribas, entrando en el primer baño que vi. Saqué la ropa que aún no devolvía y me la puse. Me miré en el espejo y arreglé mi cabello, me veía demasiado guapo. Sonreí al espejo y salí mundanamente de ahí.

Llegué al “Salón Presidencial” un salón en el primer piso donde la gente importante, como el señor Kensington, hacían reuniones. Entré y vi solo hombres y una mujer, debían de ser los accionistas de “Big Bang” y sus hijos varones. Los presentes me saludaron, la sensación de ser alguien importante volvió, me sentía a gusto.

  - Usted se sentará a mi lado, Michael

Me indicó el señor Kensington y yo obedecí. Los platos fueron servidos y yo comencé a degustar las delicias. La reunión transcurrió con conversaciones amenas sobre negocios, inversiones y demás. Todos esos temas me interesaban, los negocios siempre me interesaron, y estudiaba mucho para poder convertir al “Hotel Shining” en algo grande.

  - ¿Usted qué opina Michael?

Me preguntó el señor Kensington.

  - Yo pienso que no debería escindir el área de consultoría de “Big Bang” – dije, mirando a todos los hombres que me rodeaban – Pues es un fuerte ingreso, hoy en día la consultoría de empresas está creciendo debido al boom en los negocios y la industria – todos me miraban atentos – Pienso que debería de absorber a su competencia “Consultores Asociados” Ofrézcale una buena suma de dinero

  - ¿Y si no la aceptan?

Preguntó uno de los accionistas y yo sonreí.

  - Señores accionistas… - los miré a todos – Saquen sus billeteras y abran sus cajas fuertes – me miraron confundido – Necesitan ser accionistas mayoritarios, así dejarían sin salida a “Consultores”, el capital de “Big Bang” es mayor al de esa pequeña empresa, será fácil…

  - Amo a este niño

Dijo otro de los accionistas y yo sonreí, los demás rieron.

  - Viniste del cielo, Michael

Miré al señor Kensington, este me estrechó la mano, dejando ahí otro cheque, que disimuladamente metí en mi bolsillo.

  - Esto de tener mentes frescas en el negocio de verdad sirve – comentó otro de los  accionistas – Desearía que mi hijo fuese como usted, Michael

  - Me alega señor…

  - Mi hijo solo piensa en autos y más autos, le compré uno y ahora quiere un “Cadillac”

Comentó otro hombre.

  - Con mi hijo yo no tengo esperanzas, el pobre es tan despistado, un error de su parte me dejará en la quiebra, de eso estoy seguro

Decía otro y todos asintieron dándole consuelo. De esta forma empezó una tormenta de padres hablando de lo decepcionantes que eran sus hijos. Todos sus hijos coincidían en las virtudes de educados, hábiles con los idiomas y deportes, inteligentes en distintas materias, creativos y demás, pero también coincidían en que ninguno lograba llenar la expectativa de sus padres, o más bien dicho, ninguno de ellos quería hacer lo que el padre quería que hiciera.

  - ¿Y cómo está su hija, Charles?

Miré al señor Kensington, él al instante se puso serio.

  - Sus hijos quieren algunos ser abogados, doctores ¡Profesores! – el hombre puso cara de horror – Y ninguno tiene interés en los negocios… - soltó un suspiro – Pero mi hija… ella sueña con diseñar ropa

  - Oh… pobre de usted

  - He invertido en educación de primera en esa niña y lo único que quiere es dibujar – la mirada del señor Kensington era severa – Sabia que darle tantas libertades iban a causar esto, y ahora lo estamos lamentando

  - Su actitud también ha cambiado mucho

Intervino otro hombre.

  - Es vergonzoso, pareciera que lo único que quiere en esta vida es avergonzarme y dibujar. Antes de venir estuvimos en Japón, nos reunimos con el emperador ¡Fue la vergüenza más grande de mi vida debido a esa niña!

  - Pero será la edad… - intervino la única mujer – Está en plena adolescencia

  - Sí, puede ser… - el señor Kensington soltó un suspiro – Por eso ya no la aparto de mi vista, quiero que se vuelva a encarrilar, porque señores… - miró a todos – Yo no voy a dejar “Big Bang” en manos de alguien que no sea una Kensington, y esa es mi hija

  - Pero… - todos me miraron - ¿Y si ella no quiere?

  - Soy su padre, soy mayor, me debe de obedecer – fue lo que obtuve como respuesta – Tal vez ustedes, mis amigos, no logran de sus hijos lo querido, mi hija no será así, haré que se haga cargo de “Big Bang” así tenga que quemar todos sus cuadernos de dibujo…

Empecé a sentir miedo ¿Cómo un padre podía ser así? Era un pensamiento muy cruel el querer obligar a un hijo a hacer algo que no quiere, y ya estaba claro que Kate quería hacer algo totalmente distinto a lo que su padre ordenaba.

¿Por qué nadie decía nada? ¿Es que a todos les parecía bien? ¿Por qué ninguno de los hijos decía nada? ¿Todos era unos oprimidos? No podía creer que así fuera la vida del hijo de un hombre de negocios. Sentí lástima, no solo por Kate, sino por todos los s y s que había conocido, pues ninguno tenía “Libertad” realmente, aunque sus padres dijeran lo contrario.

  - Eso está bien – habló de nuevo la mujer – Siendo una señorita correcta podrá encontrar al hombre perfecto y continuar con esa línea

  - Sí… y ya encontré al hombre perfecto para ella…

  - ¡Oh, eso es perfecto!

  - Sí… William Gibbons es el partido perfecto para Kate – el señor Kensington sonrió – De buena familia, educado, y conoce a Katherine desde que eran pequeños, es perfecto

  - ¿Pero está seguro, Kensington? – preguntó uno de los accionistas, ganándose una mirada severa del señor Kensington - ¿Y si su hija está enamorada de otra persona?

  - Con lo huraña que es esa niña… - dijo una voz, era la mamá de Kate – Dudo mucho que ella pueda enamorarse, o enamorar a alguien – soltó una risita – Así que para ahorrarnos los bochornosos intentos de flirteo de nuestra hija o las vergonzosas escenas de rechazo que ella suele hacer… la comprometimos con William

Me quede pasmado ¿Cómo una madre podía hablar de esa forma de su hija? ¿Es que no la querían? ¡Era su hija! ¡Con un demonio! Se supone que a los hijos les das amor, o eso me enseñaron mis padres. Si la iban a tratar como si fuera una mala adquisición ¿Entonces para qué carajos la tuvieron?

La conversación me estaba enfermando, no podía seguir ahí. Las palabras de Olivia volvieron a mi mente. Ella tenía razón, había toda una Kate que yo no conocía. Estaba la Kate malcriada, que podía ser la exteriorización de su frustración hacia sus padres; y también estaba la Kate resignada, la inexpresiva que aceptaba lo que sus padres decían. Mi corazón de nuevo dio un tumbo, no podía ser así la vida de una persona.

  - Si me disculpan… - me levanté de la mesa – Iré a caminar…

  - Creo que aburrimos al muchacho con nuestras conversaciones de padres

Rió el señor Kensington y yo hice una venia. Comencé a caminar por el hotel, pensando en esos ojos tristes que me atormentaban. Sacudía la cabeza, ella no debía de importarme ¡Ella no era nadie para mí! Pero de nuevo pensé en sus ojos y los deseos de abrazarla volvieron a mí. Continué mi camino, todo esto era una locura ¿Cómo podía ella vivir así? No estaba bien.

  - Michael – me giré, ahí venía la señora Kensington - Compré algo para usted, mandaré a entregárselo a la 615

  - Eh… gracias

La señora Kensington sonrió y regresó hacia el salón. Me quedé ahí parado ¿Me había comprado algo? Y me lo iba a entregar al 615. Sentí que las entrañas se me revolvían. Miré hacia el camino que llevaba a la recepción y luego miré la puerta del salón.

Me acomodé la mochila al hombro y corrí hacia el cuarto de mantenimiento. Me volví a colocar el uniforme y caminé a paso veloz hacia la recepción. Había muchas personas ahí y los recepcionistas hacían malabares para atender a todos. Caminé hacia la pared con las llaves y entonces, con un rápido movimiento, tomé la llave de la 615, ahora nadie podría tomarla, y sería solo mía…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo