Dixon.
—¡Dixon, Chantal, los estaba buscando! —exclamó Derek con tono nervioso.
—¿Qué sucede, hermano? —cuestionó ante el estado de ansiedad del rubio.
—Es mamá... está aquí, en mi oficina.
—¿Judith? —dirigió su mirada a la rizada que palideció al instante— ¿Qué es lo que quiere?
—Ha venido a hablar con ustedes.
Quedó pensativo por un momento, sopesando las razones que tendría su madre para venir exclusivamente a charlar con ambos. No podía ser nada bueno, de ella hacia él nunca habían salido cosas gratificantes, solo decepciones y disputas; en esta ocasión no podría ser diferente.
—Bien —entrelazó sus dedos con los de Chantal y tiró de ella para echar a andar.
—Dixon... —farfulló ella.
—No te voy a dejar caer, tranquila —afirmó su agarre.
Judith estaba sentada en la silla principal, ojeaba uno de los números de la revista, y al percatarse de la entrada de ambos levantó la vista. Su porte elegante abarcó el lugar. Los ojos con un brillo imponente toparon con los de él. Dixon le sostuv