Auba estaba nerviosa, su señor le había llamado, este estaba molesto quizás por lo que Adhara le había planteado, pero no podía decir que no, tenía el derecho de tener a su lado a alguien que le ayudara y con él que se sintiera cómoda.
— Mi señor — dijo en modo de saludo y este asintió.
— Creo que ya sabes por qué te he llamado, tengo algo que preguntarte y quiero que seas clara conmigo — Preguntó con seriedad, no quería tener que buscar a alguien que cuidara de la casa, era algo de lo que no estaba muy feliz.
— Si mi señor — contestó, no sabía si se trataba de lo que tenía pensado Adhara, pero esperaría a qué él confirmara.
— Adhara me ha dicho que necesita que estés a su lado, se lo importante de tu labor en las cocinas, ¿Que quereis hacer? — le preguntó con seriedad estaba esperando persuadirle de alguna manera, quizás su presencia le hiciese recapacitar.
— ¡Si, Auba, dinos lo que deseas! — dijo Adhara interrumpiendo la conversación.
Esta al verla, se lleno un poco de valor, apretó