Hernán soltó un ligero bufido y le dijo:
—Lautaro, ¿te imaginas en qué estarán pensando esos inútiles del mundo de tercer nivel ahora mismo?
Lautaro soltó una risa ligera, con una expresión llena de desprecio en su rostro, y respondió con frialdad:
—¿Qué hay que adivinar? Sus intenciones están escritas en sus caras. Solo están esperando refuerzos. Parece que esa persona es bastante fuerte, o tal vez haya más de uno. Pero deben tener un tornillo suelto si creen que solo ellos pueden recibir ayuda. ¿Acaso piensan que no tenemos a nadie de nuestro lado? Aunque no puedo contar con los más poderosos en este momento, nuestro gran hermano ya viene en camino. Y con él aquí, esos inútiles, por muchos que sean, no podrán hacer ni una mella.
Hernán asintió con entusiasmo, con una expresión de emoción en su rostro:
—Estos miserables de mente simple creen que al iniciar esta batalla tendrán la ventaja y que nos atemorizarán. Qué ridículo. Comparado con los que han muerto, el palacio del Ámbar es