MIKEL.
— Hagamos una apuesta. — Hablo alejándome un poco de ella.
El simple hecho de tenerla cerca, provocaba que mi pene se endureciera dentro de mis pantalones, y es que al verla con ese uniforme, y con esa falda corta… lo único que único que quería hacer era empotrarla y follármela hasta que me rouegue que pare.
— No puedo hacer una apuesta contigo. — Dice Mia, ella se acomoda un mechón de cabello que caía a un lado de su rostro.
— Dame una buena razón.
— Tu… eres como el diablo. — Mia comienza a caminar a mi alrededor. — Eres maravillosamente hermoso, puedes seducir a cualquier persona de este mundo sin importar su sexualidad. Y gracias a eso harás que acepten tu propuesta. — Acarició el cuello de mi camisa. — Estoy segura de que habrá una letra menuda de la cual no mencionaras, y si acepto lo más probable es que me este condenando a ti.
“Está chica definitivamente es una caja de sorpresas”
— Cariño, conmigo no hay letras menudas.
— Eso es lo que tú haces creer, pero te colo