“La Señorita García es muy amable y tiene buen carácter. Le dije tales cosas y aún puede escucharme tranquila.”, pensó Emma. Entonces se emocionó y empezó a decir las verdades más desagradables sin escrúpulos.
—Luego insistías en abrazar al señor Hernández y decías que solo lo conocías a él y no a Manuel. En aquel momento los ojos de Manuel parecían echar fuego.
Noa no dijo nada y solo escuchaba, así que Emma siguió:
—Pero el señor Hernández tampoco quiso dejar que Manuel te trajera. Por eso los dos te llevaron aquí juntos.
—¿Algo más?
—No, nada más.
Noa parpadeó y le recordó:
—¿En serio? Solo he usado un trato inadecuado, ¿y no le he hecho nada más verdad?
Se preocupaba si había tomado la iniciativa de besar a Alex como la otra vez. Emma negó con la cabeza. Al verlo, Noa suspiró aliviada. Pero un segundo después Emma dijo:
—Señorita García, en realidad no lo sé, porque hubo un momento en el que no estuve a tu lado.
—¿Cuándo?
—Cuando estabas en el autor del señor Hernández.
Noa se qued