La visión del coche acercándose llena la mirada de Lovetta, quien observa con los ojos fijos en la imagen a través de la ventana de su guarida.
Su corazón late con fuerza, pero no de emoción. El odio burbujea dentro de ella, la ira y la frustración se entrelazan con un miedo profundo de no lograr su objetivo de consolidarse permanentemente en esta manada. Sus uñas se clavan en el alféizar de la ventana con fuerza.
Ella debería estar en ese coche, al lado de Miguel, demostrando lo digna y útil que es para él, no solo en la manada, sino también en el mundo humano. No esa humana inmunda que él llevó en su lugar, solo para intensificar el castigo que le impuso al confinarla en esta guarida temporal.
Con cada segundo que pasa, cada metro que el coche se acerca, la rabia dentro de ella se intensifica. Estos dos días en la guarida no le han permitido pensar con claridad; está desesperada por salir, por probarse a sí misma y no correr el riesgo de tener que regresar.
Nunca más —piensa, negánd