Entré el CEO y Mafioso.
Entré el CEO y Mafioso.
Por: J.Łicet Gacia Ramos
¿Mi boda?

Mi nombre es Amanda Zúñiga soy la hija del panadero del pueblo colonial. Toda la vida la pasé junto a mi padre sin conocer su verdadero corazón, pues al cumplir mi mayoría de edad, él me presentaba con diferentes personas sin saber que yo era parte de su negocio.

Cumpliendo los 20 años fui casada con un importante CEO, pero también estaba en la mira de un temido mafioso quedando atrapada entre dos hombres poderosos y un padre sin corazón y sumamente ambicioso.

Durante todo el camino descubrí secretos y verdades que lastimaron mi corazón y de todo lo sucedido, lo único que le agradezco a mi padre, es aquel matrimonio contractual, un matrimonio que se convirtió en lo mejor que me pudo haber pasado en la vida.

¿Deseas conocer mi historia?

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Una chica alta, delgada, de cabello castaño, ojos claros y mirada tierna. Ella jamás pensó que la vida la pondría en la situación en la que estaba en ese momento y no tenía otra opción.

—Tienes una hora para presentarte con el jefe ¿Por qué aún no estás preparada?

—¿Ha venido mi padre?

—No tienes derecho a hacer ninguna pregunta —esa mujer se acercó y sostuvo fuerte su brazo, sometiendo a la chica contra la pared y mirándola fijamente a los ojos, desafiándola con una mirada fuerte.

Amanda no tuvo otra opción que seguir las órdenes que les fueron dadas. En ese momento ella entró a la bañera, tomó un baño mientras sus lágrimas caían como cascadas, luego caminó a la habitación y fue cuando vio un gran vestido blanco sobre la cama.

Ella no podía creer lo que veía. Fue invitada a una reunión y debía ir vestida de novia. Su angustia crecía mientras los minutos pasaban, pues ella pasó toda la vida junto a su padre, un panadero del pueblo que trabajaba hasta el cansancio y estaba lleno de deudas.

—Antes de vestir ese vestido blanco debes de pensarlo bien, pues si no eres una mujer pura y virgen, lo que vivirás será un infierno —escuchó una vez más la voz de aquella mujer.

Ella no entendía nada y cada cosa que sucedía solo la confundía más —¿Te puedo hacer una pregunta?

Le parecía molesta aquella chica, pero aun así decidió escucharla.

—¿Qué deseas preguntar?

—Es que todo esto es nuevo para mí, y no sé de qué se trata ¿Podrías informarme lo qué está sucediendo?

—Seré muy directa contigo porque me has producido lástima por unos minutos —ella caminó hacia la chica mirándola con el rabillo del ojo por lo tímida e inocente que se veía.

Amanda esperaba con ansias, pero ella la hizo esperar aumentando su desesperación.

—María, el jefe espera a la chica. Sabes muy bien que él odia esperar.

—Ya vamos para allá.

Antes de iniciar a hablar, le ordenó ponerse un vestido veraniego y calzados cómodos.

—Antes del mediodía llegarán para maquillarte y arreglarte, ya que tu matrimonio será a las 5 de la tarde en el jardín de la casa. ¿Con quién te casarás? ¡Eres una chica con mucha suerte! Te casarás con un importante hombre de negocios y gran CEO de las empresas de telecomunicaciones más exitosas del momento. Elliott Walton.

Esto fue de gran impacto para la vida de la joven, pues ella soñaba con llegar al altar con el hombre que amaba y tener una familia numerosa. Jamás pensó que su boda sería de esa manera, e incluso pensó que por el sarcasmo con el que aquella mujer estaba hablando se podría tratar de una mentira o alguna broma.

—¡María! —la interrumpió el ama de llaves una vez más, haciendo que saliera de la habitación en compañía de la joven.

Juntas entraron a una sala comedor inmensa que tenía aquel lugar. Todo estaba decorado con flores delicadas, jarrones altos, candelabros finos, las mesas se veían con finas copas y todo estaba listo para una gran boda.

Aquello llamó la atención de la joven y no había notado aquel caballero que estaba justo frente a ella. Cuando logró verlo, ya estaba muy cerca y él la miraba con mirada fuerte, era un rostro sin ninguna expresión. Él la miraba directo a los ojos y no sabía que sentir en ese momento, así que solo temblaba junto a su pupila.

—¿No piensas saludar?

Ella de inmediato bajó la mirada —¡Buenos días, señor Peter!

—¿Sabes por qué estás aquí?

—No, señor

—¡Mírame a los ojos cuando te hablé! —Ella saltó cuando escuchó aquel tenor de voz tan agudo y mandatario.

Ella lo miró a los ojos y allí mantuvo su mirada aunque temblaba por completo —No, señor. No sé por qué me trajeron a este lugar.

—Te han traído porque en esta tarde te convertirás en mi esposa. Los detalles lo sabrás más adelante.

Sin poder evitarlo dejó escapar una lágrima que recorrió su mejilla, pues sentía que ese hombre podía ser cualquier cosa, menos el esposo que alguna vez soñó tener.

—¿No vas a decir nada? —le preguntó molesto, pues Elliott era un hombre deseado por muchas mujeres y lo último que quería hacer era obligar a alguien a mantenerse a su lado.

—¿Qué puedo decir? —respondió junto a un gran suspiro.

—Llegaron los encargados de preparar a la novia —escuchó al ama de llaves, informarle. —Vamos señorita.

Amanda miró a Elliott a los ojos y cuando pensó en despedirse, él sostuvo su brazo.

—Si no eres una mujer pura y virginal, no te atrevas a venir ante mí, vestida de blanco, porque lo lamentarás tanto tú, como tu padre.

Cuando terminó de decir esas palabras se marchó subiendo las escaleras sin volver a voltear a mirarla. Para Amanda todo era desconocido, estaba asustada y lo peor era que no sabía cómo había llegado a ese lugar. ¿Dónde estaba su padre? ¿Qué pasaría con ella? Las preguntas la inundaron.

—Soy Sarah, el ama de llaves de este lugar y quién tratará de guiarte por el camino correcto.

Antes de regresar a la habitación, ambas tuvieron una conversación en la cual Amanda se enteró de que debía casarse en ese día y que no tenía ninguna otra opción, pero era diferente, ya que sabía lo que estaba sucediendo, así que esos 30 minutos que pasó junto al ama de llaves la hicieron entender muchas cosas.

Durante 2 horas fue sometida a maquillaje, cambio de peinado, fotos y críticas positivas por la belleza de su rostro y lo tierna que podía ser ella. En ese momento sentía todo tipo de emociones, menos felicidad.

—Hora de ponerte el vestido, en 30 minutos iniciará la boda.

Allí estaba ella, con un enorme vestido de novia, blanco como nieve y con un enorme velo. Se miraba en el espejo y no creía lo que estaba sucediendo, pero ya estaba consciente de que no había vuelta atrás y en ese día debía contraer matrimonio y convertirse en la señora Walton.

—Ya es momento —escuchó al ama de llaves y una vez que arreglaron su velo ella inició a caminar.

En el pasillo encontró unos ojos que la miraron con odio, era una chica que estaba junto a la sirvienta que la había acompañado antes. No sabía si eran los nervios, pero la chica se veía enojada y con deseo de hablarle.

Unos pasos más adelante olvidó todo, ya que debió caminar hacia el altar mientras escuchaba la marcha nupcial.

Ese apuesto y serio hombre la miraba directo a los ojos desde que inició su entrada, hasta que tomó su mano.

—Si estás aquí y luciendo ese vestido que representa pureza, es porque te atiende a las consecuencias de una mentira.

Ella asintió —Sí, señor.

Fue en ese momento que juntos hicieron los votos matrimoniales. El matrimonio se llevó a cabo de manera normal.

—Si hay alguien de los presentes que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o callé para siempre.

—¡Yo me opongo! —se escuchó un gran ruido en la puerta y todos los invitados voltearon a mirar.

—¿Qué hace esa mujer en este lugar? —preguntó Elliott cambiando de color por el enojo —¡Qué la saquen de mi presencia!

Amanda estaba aterrada por lo sucedido. Ella veía como todos murmuraban y parecía tener conocimiento de lo que estaba pasando.

Ese día pensaba que perdería su estabilidad mental por completo. Ni siquiera sabía cómo podía continuar de pie.

—Puede seguir con la ceremonia —ordenó con rostro molesto y sonrojado por lo que acababa de suceder.

Continuó la ceremonia sin más interrupciones y después de declararlos marido y mujer. Elliott procedió a levantar el velo y besar aquellos tiernos labios.

En su mirada encontró miedo, pero también inocencia e ingenuidad. Ella se sonrojó después del beso y lo miró a los ojos, incrédula de que el hombre que tenía frente a ella, se había convertido en su esposo.

—Legalmente, eres la señora Walton.

La celebración continuó y Amanda solo quería que todo terminara para poder descansar, pero en ese momento llegó a su mente la noche de boda y cuando buscó a su esposo con la mirada, enseguida lo encontró y él también la observaba.

—Debes estar tranquila, señora —se acercó el ama de llaves al notar que estaba a punto de colapsar.

—¿Qué hago? ¡Tengo mucho miedo!

—Lo primero que debes hacer es relajarte. Ven y te acompaño a cambiar tu enorme vestido para que estés más cómoda.

¿Cómo la vida de una persona podía cambiar tanto en un solo día? Amanda solo se refugiaba en que se trataba de una pesadilla de la cual despertaría muy pronto.

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