—Por ser cómplice del hombre más buscado del mundo —declaró Lucifer con frialdad. Luego, sin perder más tiempo, ordenó a sus soldados:

—Espósenla.

Los soldados avanzaron hacia Paola, quien los miró con furia.

—No me quiten a mis hijos, pase lo que pase —exigió.

Lucifer arqueó una ceja.

—¿Quieres que tus hijos vivan contigo en prisión?

—No me importa, los quiero cerca de mí —respondió con firmeza, aunque en el fondo temía lo que eso significaría.

—Si eso es lo que deseas, te concederé tu petición. El propósito de tu arresto es hacer que Dereck se entregue —explicó Lucifer.

—Él no aparecerá —dijo Paola sin titubear.

Lucifer esbozó una sonrisa siniestra.

—¿Quieres decir que no le importará si te pudres en la cárcel junto con los niños? Bueno, ya veremos.

Hizo un gesto a sus hombres, y de inmediato Paola y los niños fueron llevados a la parte trasera de una de las camionetas Hilux.

Mientras tanto, en un país vecino, Dereck estudiaba un mapa de EastHill, buscando la mejor forma de rescatar