Sebastián
Nunca pensé que Scarlett aceptaría verme.
Se había encerrado en sí misma desde el juicio, sin hablar con nadie, ni Johnny Vanderbilt, Damian... ni siquiera con Lilith. La prisión se había convertido en su caparazón protector donde se escondía del mundo. Pero cuando solicité verla, aceptó la visita.
Me saqué de encima todo el desastre, me duché como si fuera a una peregrinación. Tuve que entregar todas mis pertenencias antes de pasar por un estricto control de seguridad. El vacío dentro de los muros de la prisión bajaba la temperatura unos 4 o 5 grados respecto al exterior, lo mismo ocurría con los rostros inexpresivos de los guardias.
Los seguí adentrándome cada vez más en ese infierno, incapaz de imaginar lo que Scarlett sintió cuando caminó por allí sabiendo que no volvería a salir.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando ese pensamiento me golpeó.
—Veinte minutos —me advirtió fríamente la guardia antes de abrir la pesada puerta de hierro.
Un fuerte pitido estalló cuando