Eliz la elegida
Eliz la elegida
Por: Sami O. Ortega
capitulo 1

ELIZ la elegida

Punto de vista, Eliz...

Mi lema es, siempre estar oculta bajo una apariencia de perfección. Tengo bajo mi responsabilidad el honor de mi familia, después de todo mi hermano Claus es el vampiro que mis padres me encargaron que debía cuidar con mi vida.

Él será el próximo Rey vampiro después de que pase un milenio y mis padres se retiren del trono así como lo hicieron mis antepasados.

La guerra me llevo a ser cautelosa.

Aun cuando hay un tratado de paz entre todas las criaturas de este universo.

No está de más siempre cuidarse hasta de la propia familia.

Me encontraba en mi habitación.

Podía mirar desde el balcón como alumbraba una luna llena. Los malditos perros lobo aullaban como si no hubiera final. Es de las cosas que más detesto. Solo tengo 16 años en mi condición de adolescente.

Mi hermano gemelo Claus, me llevo unos cuantos minutos de adelanto por eso sé que será el futuro rey. Aunque es un completo inútil en batalla. Recuerdo aún mi infancia, siempre fui mejor que él en todo. Hasta para luchar contra otros vampiros. Salí de mi habitación. Hoy era la fiesta del año nuevo vampiro. Debía de estar presente, como siempre luciendo impecable y mortal. Todos tenían los ojos puestos en mis padres, los cuales estaban sentados en la cabecera de la mesa. Yo siempre trataba de pasar desapercibida. Prefería que fuera mi hermano quien se llevará toda la atención. Total en este momento lo único que me interesaba era que se acabará la m*****a presentación de año nuevo.

Luego fingir que iría a mi recamara. Y salir a escondidas del palacio. Mi vida estaba afuera de este lugar, aunque nadie lo supiera o lo sospechará. Pasaron las horas, y salí directo a mi habitación. En ella tenía un pasadizo secreto con algunos túneles que me llevaban a las afueras de la ciudad. Me gustaba pasear por el Inframundo. Pero por alguna extraña razón, conforme más edad tenía más peligroso y emocionante se volvía ese lugar. Un día mientras vagaba entre las almas de los muertos, pude ver cómo un caballero de cabello negro, y tez impecable montaba un caballo negro. No lo pude detallar más, porque estaba escondida para que no se diera cuenta que estaba en aquel lugar. Aquella vestía era la más grande que jamás había visto o imaginado en mi vida, tan solo una pata de ese animal me arrojaría unos cuantos kilómetros de distancia. Yo sabía que probablemente era Azrael el Ángel de la muerte, el protector del Inframundo. Debía cuidarme de que me encontrará en ese lugar, si no mi castigo sería casi inimaginable. Debía salir de este lugar antes del amanecer o quedaría encerrada hasta que fuera de noche. Las almas en pena solían entrar en el Inframundo solo cuando caía el sol, era el momento de que fueran guiados hacia la luz o a las tinieblas. Aquel hombre no se movía de ese lugar, y yo no sabía que clase de distracción hacer para poder escapar. Lo comencé a observar con detenimiento y la verdad no era el ángel más guapo, pero no estaba nada mal. Por unos segundos observé sus ojos con detenimiento y podría jurar que él también observo los míos, pero no solo eso, si no que también pudo observar mi alma. Mi corazón comenzó a latir desenfrenado. Debía escapar de este lugar antes de que él me atrapará o mi pena sería pagada con muerte y encierro eterno. Yo no quería trabajar como una esclava para estás almas en pena el resto de mi vida. Arrojé una roca lo más lejos y distanciado de dónde yo me encontraba. Eso me sirvió de distracción por unos segundos. Los suficientes como para correr hacia la gran puerta principal. Él angel rápidamente se dió cuenta de mi plan. Y la gran vestía que el montaba comenzó a perseguirme a todo galope. Yo jamás me dejaría atrapar. Primero muerta, que quedarme aquí para la eternidad. Cuando estaba a punto de saltar para salir a la luz. Pude sentir que algo me hirió en el brazo. ¡Que m****a! Él angel me había herido con una flecha de plata. Mi brazo palpitaba de dolor. Pero igual no podía dejar de correr. Cuando por fin logré salir. Escuché como las grandes puertas cerraban detrás de mi. Para mí eso había Sido un alivio. Ahora lo pensaré dos veces antes de volver a entrar nuevamente en el Inframundo. Volví antes del amanecer al castillo. Con la esperanza de que nadie se diera cuenta de mi ausencia. Entre a mi habitación, y caí derrumbada en la cama. Hasta se me había olvidado la herida que tenía en el brazo, la cual aún no cicatriza. A las horas... Escuché algunos pasos entrar a mi habitación. Era mi madre. Ella comenzó a gritar molesta — Eliz, Eliz, despierta niña malcriada, ¿Dónde diablos estabas metida anoche?, ¿Por qué tu brazo está sangrando?, ¿Por qué traes puesta esa ropa toda mugrienta?, Hoy llega de las tierras lejanas el nuevo profesor de filosofía, debes estar lista para recibirlo — Cómo pude me levanté de la cama. Aquella herida por una extra razón que desconocía estaba absorbiendo mi fuerza. Era como si me hubieran envenenado. Me fui a duchar y cambie rápidamente de ropa, me coloque un vestido un tanto provocativo. Algo en mi mente me decía que hoy sería un día que no olvidaría jamás. Al llegar a la entrada principal, me quedé al lado de mi hermano a esperar la llegada del instructor nuevo. Pero... ¿Que?, ¿Cómo puede ser posible? Abrí los ojos como si fueran un par de platos. Era ese hombre, él ángel que cabalgaba aquel caballo en el Inframundo. No puede ser, si es él me va a delatar con mis padres, y sobre todo con el consejo de ancianos. El cielo tenía un estrecho pacto con los reinos de la tierra. Ellos cuidaban y protegían los tesoros del Inframundo para que no fueran saqueados por bandidos. Pero nosotros éramos quienes teníamos la obligación de proteger que no fueran abiertas aquellas puertas.

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