George
Estocolmo, Suecia
Las palabras que habían salido de la boca de mi hija, habían dejado un eco en mi interior, comenzó mi mente a cuestionar todas mis decisiones y comenzaron a atormentarme. Había estado encerrado en el baño privado de mi habitación por más de media hora, las últimas palabras de Ron al colgar la llamada se repitieron de nuevo: “—Solo cuídalas, por favor y no dejes que tu familia las lastime” luego colgó. Me llevé una mano a mi pecho, una opresión creció y creció hasta que cerré los ojos y las lágrimas se deslizaron.
—Las cuidaré, Ron. —susurré intentando controlar mis emociones, el toque de la puerta se escuchó interrumpiéndome. — ¿Sí? —pregunté, aunque estaba de más hacerlo, sabía que era Victoria.
— ¿Puedo pasar? —preguntó, me limpié las lágrimas de inmediato y me miré en el espejo.
—Sí. —la puerta se abrió y apareció ella con el rostro pálido aún, la orilla de sus ojos estaban rojizos por el mismo llanto. —Ven. —le hice una seña de que se acercara, ella asinti