Vera y Helena ya eran las mejores amigas para cuando Charlie y Merlin regresaron a Noruega.
Era pleno final del invierno y casi no había luz solar. Todo el país estaba prácticamente en estado de hibernación, incluida la familia real.
Los eventos nacionales y extranjeros estaban en pausa mientras la reina permanecía recluida, evitando apariciones públicas salvo casos estrictamente necesarios.
Sin muchas obligaciones, Helena pasaba prácticamente todos los días con Vera.
Había comprado y acondicionado la granja que Charlie le había pedido adquirir, y siempre que podían pasaban el día allí, cuidando a los animales, paseando con los gatos y los perros, y disfrutando de la tranquilidad del lugar.
Aun así, cuanto más tiempo compartía con ella, más crecía la curiosidad de Helena.
Notó que a pesar de su apariencia juvenil, Vera tenía una calma y madurez que no encajaban con su edad. Además, dominaba una cantidad absurda de habilidades sin haber recibido instrucción previa. A Helena le sor