Tal vez él podría haber conquistado el Monte Everest, haber ido a esquiar a los Alpes, haber ido de vacaciones a Francia, o incluso haber ido a la Antártida o a bucear a Tahití.
Sin embargo, la trayectoria de su vida había cambiado drásticamente a causa de aquel accidente.
Al principio, él había sido el niño más rico del mundo. Había seis o siete mil millones de personas en el mundo, y no había más de cien personas que pudieran reencarnarse en una familia tan acomodada.
Sin embargo, a los ocho años, él se había convertido en el niño más lamentable y miserable del mundo.
En comparación con otros huérfanos, él había llevado una vida mucho más dura.
En aquella época, él había perdido a sus padres y se había visto obligado a vivir con los demás huérfanos en el instituto de bienestar social. Tuvo que soportar el dolor de que sus padres fueran asesinados, soportar el odio inquebrantable y soportar el cambio repentino de su entorno como si hubiera sido expulsado del cielo y le hubieran h