Con la red criminal desmantelada y sus vidas comenzando a encontrar un nuevo ritmo, Ethan y Emily sentían que finalmente podían concentrarse en ellos mismos y en su relación. La vida después de tantas luchas empezaba a tomar una forma tranquila y apacible.
Emily, además de ser una empresaria dedicada, siempre había sentido una profunda pasión por la educación. Ser profesora de kínder no solo era su trabajo, sino su vocación. Los niños eran su alegría y su refugio, y a pesar de todo lo que habían atravesado, nunca dejó de asistir a su clase con la misma energía y amor de siempre.
Un lunes por la mañana, Ethan decidió sorprender a Emily llevándola al colegio donde trabajaba. Quería pasar tiempo con ella y ver ese otro lado de su vida que tanto amaba.
—¿Segura que está bien que te acompañe? —preguntó Ethan, mientras caminaban hacia el aula.
—Por supuesto, los niños te adorarán —respondió Emily, sonriendo.
Al entrar al aula, Ethan quedó encantado con la decoración colorida y los pequeños