Al ver a Mario, Emma reaccionó con disgusto y lo reprendió:
—¿Reconciliarme contigo? Ni lo sueñes. Quisiera arrancarte la cabeza para ver qué tienes dentro.
Normalmente, Emma no se molestaba en lidiar con Mario y su holgazanería, ya que no solía hacer nada realmente malo.
Pero esta vez era diferente. Había secuestrado a Diego para ayudar a su manipuladora hermana, y eso era imperdonable.
Mario se acercó sonriendo y tomó su mano, intentando llevarla adentro.
—Es raro que vengas a buscarme. Déjame invitarte un café.
Emma se soltó bruscamente y lo miró con furia.
—Mario, déjate de tonterías. Sé que tienes a Diego aquí. Entrégamelo ahora mismo.
Mario abrió las manos fingiendo inocencia y negó todo.
—No sé nada de ningún Diego, solo vine aquí a pasar el rato porque estaba aburrido.
Emma lo agarró por el cuello de la camisa, sintiéndose decepcionada y furiosa a la vez.
—¿Ya no tienes límites? Natalia ha hecho tantas cosas terribles y sigues protegiéndola. Eres un necio. Ahora que ella se esc