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Me desperté muy temprano, me vestí, tomé la computadora portátil y salí, la casa estaba en un silencio sepulcral, descubrí que la puerta del patio estaba abierta, me senté a la sombra de un gran árbol de mango que reinaba todo ese jardín trasero, encendí un cigarrillo y me dispuse a pensar en nada, intentaba imitar sin éxito a quienes meditan, ellos dicen que si pones la mente en blanco al final te relajarás lo suficiente como para poder ver con claridad lo que te rodea, eso hace falta, sobre todo en estos momentos, sin embargo fue difícil.

Cuando ya tenía una hora escribiendo y pensando, salió el sol, escuché un ruido de trastes en la cocina, era Santos quien hacía la primera colada, me vio por la ventana de la cocina y me invitó un expreso italiano hecho con grano colombiano cuyo aroma era como para levantar un muerto, la verdad cigarrillo matutino sin café es como comer sin sal, por muy bien que sepa la cosa siempre existe la sensación de que algo falta.

Junto a las

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