El deprimido Darryl pensó en Judith.
‘¡Mald*ción! Debí haber sido engañado’.
Darryl finalmente entendió por qué Judith quería que él entregara las preciosas frutas e insistió que sería una tarea fácil. Todo fue una mentira. Sabía que las preciosas frutas no satisfarían las inmaculadas papilas gustativas de la Emperatriz Heidi y temía ser castigada, así que le pidió a Darryl que hiciera el trabajo.
Darryl se enfureció cuando se dio cuenta.
No esperaba que Judith y esas hadas fueran a engañar a la gente.
“¡Vamos!”.
Leah se adelantó y le dijo fríamente a Darryl: “Ven conmigo para recibir tu castigo”. Su tono era frío y no había ni la más mínima simpatía en sus ojos.
Ella pensó que era un castigo bien merecido, ya que el sirviente Darryl era el responsable de cuidar las preciadas frutas y no hizo un buen trabajo.
‘¿Qué hago?’.
Darryl lucía amargado mientras se enfrentaba a la situación. Se sentía tan ansioso y perturbado como una hormiga en una parrilla caliente.
‘¿Debería resist