Donoghue se dirigió al centro de la sala principal; se llevó las manos al pecho para rendirle homenaje al Señor Kenny. Él sonrió y dijo: "¡Felicidades, Su Majestad, por ascender al trono!".
Donoghue sonaba muy educado, pero su gesto corporal era arrogante e insolente.
El Señor Kenny se rio y asintió. Él dijo: "Qué amable de tu parte por haber viajado mil kilómetros para venir a felicitarme personalmente como el Primer Ministro de Westrington. Venga y tome asiento".
En los últimos años, Donoghue había dirigido el ejército de Westrington y luchado en muchos lugares de los continentes del Este y Oeste. Había realizado grandes hazañas militares que le dieron un gran prestigio en Westrington. Poseía un arma divina, el Hacha Rompecielos, y era muy conocido en los nueve continentes.
Le había dado mucha imagen a la Realeza del Nuevo Mundo dado que hizo el viaje personalmente.
"¡Gracias, Su Majestad!".
Donoghue no se apresuró a tomar asiento. En cambio, miró al Señor Kenny con una