Destino 5

Los minutos parecieron horas, las horas parecieron siglos. Perdía la noción del tiempo en aquel lugar. Sabía que había anochecido hacía un rato pues el lugar se había quedado en penumbras solo con el leve reflejo de la luna sobre el agua de la tina.

Se acomodó recostada sobre una columna de madera y moviendo sus adolorida nalgas hacia un lado. Al menos el dolor de sus rodillas había disminuido, más no los moretones que se formaban. Se llevó la mano a la frente. Su fiebre había aumentado, el ligero sudor frío bajó la túnica de mujer que le habían llevado y los ligeros mareos no solo por la enfermedad, eran la ratificación de eso. Se abrazó intentando buscar algo de calor que no llegaba a ella.

Estaba a, agotada de todo. Esto era de esos momentos que le indicaban que dejara ir todo por la borda y cerrar sus ojos y olvidarse que el mundo existía. Al final no tenía remordimientos. No era una persona vengativa y conociendo lo débil que era, no podía aspirar a matar al hombre que había aniquilado a su familia. Solo sería arriesgarse en vano. Pensándolo fríamente, se dio cuenta que no tenía nada que la atara a este mundo. Si podía morir y no le importaría a nadie. Aferrarse a la vida como ella lo hacía a veces solo traía desgracias.

Dejó que sus pesados párpados ocultaran toda la luz de sus ojos y se dejó sumir en la oscuridad, pero su descanso fue ínfimo cuando la puerta se abrió de golpe y la luz de una lámpara alumbró todo el lugar.

-Despierta, el amo desea verte- el mismo criado que antes lo había tirado allí ahora la venía a buscar y como leyendo el ambiente, el cuerpo entero de Jade comenzó a temblar. Algo le decía que no debía ir.

Intentó retroceder pero el criado sacó un cuchillo y lo ondeó con su mano libre frente a su rostro con una sonrisa.

-Mi señor me dijo que si dabas problemas podía divertirme contigo, créeme, tengo varias formas de hacerlo- Jade podía decir que el rostro de aquel muchacho era agradable sino fuera por su ceño fruncido la mayoría del tiempo y aquella mirada siniestra que le daba.

Las imágenes de cuando su cuerpo fue marcado pasaron rápidamente y el recuerdo del dolor se hizo presente. Tragando duramente sintiendo la garganta doler se puso de pie tambaleante, recostándose en la columna. No se había dado cuenta de lo débil que estaba hasta ese momento. Todo a su alrededor daba vueltas y sentía frío, mucho frío.

-Vamos- el criado ordenó con voz demandante y Jade solo le quedó ordenar a su cuerpo a hacerle caso y moverse.

Lo hizo lentamente hasta que pudo caminar en una línea no muy recta. A su espalda, agradeció que el tal Izen no la empujara sino caería sin mucha elegancia y de allí no podría levantarse.

Atravesaron tres pasillos, dos de ellos que daban al jardín central de la casa, uno decorado exquisitamente y con adornos en piedras blancas y un pequeño riachuelo con flores de loto. A diferencia de donde estaban, muchas de las habitaciones de aquel lugar que parecía más grande que desde afuera, estaban iluminadas.

Se detuvieron delante de una puerta e Izen tocó con sus nudillos.

-Mi señor, ya está aquí-

No recibieron respuesta pero el sirviente abrió la puerta y le ordenó entrar. Jade vaciló hasta ver el cuchillo asomarse por el borde del fajín de la túnica del hombre. Avanzó hacia la habitación y al sentir la puerta cerrarse detrás de ella tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para no desmoronarse.

La estancia donde estaba, a diferencia de las demás, estaba iluminada más tenuemente. Las paredes teñidas de rojo aclaradas con cortinas blancas daban una sensación tanto intrigante como exótica. Las ventanas estaban ligeramente abiertas dejando que la leve brisa refrescara el lugar ocasionándole que su piel se erizara aún más, pues a pesar de saber que su piel estaba caliente, estaba helado por dentro.

-Acércate- la misma voz grave que había escuchado aquella vez resonó en la habitación y Jade por reflejo se pegó a la puerta detrás de su cuerpo como soporte. Tragó duro y pestañeó para enfocar su mirada.

En el final de aquel lugar había una inmensa cama con exuberantes cortinas y sábanas desparramadas por todos lados acompañando a aquel hombre que ahora más de cerca le daba una sensación totalmente diferente de aquella vez.

Su túnica mal puesta caída por unos de sus hombros dejaba descubierto el ancho pecho, demasiado definido hasta la altura de su abdomen marcado. En la posición que estaba una de sus torneadas piernas quedaba también al aire y no hacía nada por ocultarla, un cuerpo que parecía que llevaba mucho tiempo trabajándose.

Su largo cabello que parecía más claro, al punto de parecer castaño se desplazaba y abrazaba su cuerpo como serpientes queriendo envolverse en él. Y su rostro hizo perder a la mujer el aliento. Labios en una fina línea que denotaba la confianza en sí mismo, nariz delgada y aquellos ojos, de un color que podía perderse entre el ámbar y el oro enmarcados en gruesas pestañas. Incluso Jade tuvo que admitir que aquel hombre sería el indicado para una noche perfecta, más no era su caso.

Ella quería salir de allí lo antes posible. Aquel hombre debía ser Vladek, y su vida ahora estaba en sus manos.

-Acércate- lo escuchó decir de nuevo después de soltar una bocanada de humo dejando el porta cigarrillos a un lado.

La chica no tuvo más remedio que hacerle caso y avanzó hasta estar delante de él separado por al menos dos metros. Lo vio inclinar el rostro y pestañear como analizándolo.

-Han pasado años, pero aun puedo recordar esos ojos-

Jade se sorprendió por aquellas palabras, al menos ella no lo recordaba, ni siquiera sabía que existía. Simplemente era consciente que su nombre provenía del color de sus ojos

-Soy Jade, mi padre…- se inclinó en una reverencia cuando fue interrumpida.

-Ya me sé esa parte de la historia, no pensé que él tendría el descaro de pedirme algo como eso-

La chica apretó los labios.

-Quítate el velo- le ordenó.

Jade retrocedió un paso apretando el velo contra su rostro.

-Lo siento, no debo, mi rostro esta desfigurado, me temo que lo alarme- mintió de cierta forma.

No podía revelar el secreto que ella era quien tenía la marca que la definía como el mapa, debía mantener esa parte oculta lo mejor posible o ese hombre, en quien no confiaba podría entregarlo o utilizarlo.

No le gustó la mirada que recibió. El color de los ojos de Vladek se había vuelto más profundo y antes que Jade pudiera reaccionar estaba acostada entre las mantas y con el cuerpo de aquel hombre sobre él.

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