38.
Las últimas burbujas de aire salían de su boca y no tenía tiempo que perder, así que una pequeña y ligera corriente salió de su boca hacia el rostro de Cirice, esta chocó contra él, era de un color rojizo y morado y perturbaba el agua de alrededor, entró por la nariz y boca de la sirena, viajó por su cuerpo recorriendo cada célula y regresándole la energía que necesitaba.
Lentamente el cuerpo de la sirena empezó a cambiar, sus piernas generaron escamas que parecían nacer de cada poro, como si hubieran estado escondidas ahí todo este tiempo mientras que ambos miembros se funcionaban, adhiriéndose lentamente y perdiendo la forma de piernas al igual que los huesos de sus pies tronaban, se rompían y desaparecían.
Parecía algo doloroso con el simple hecho de escuchar cada crujido, pero la inconsciencia de la sirena facilitaba que no se retorciera de dolor; la hechicera repitió el ritual, mordió de nuevo el corazón, lo masticó con más agrado y de nuevo sopló hacia la sirena haciendo que es