Narrado por Dra. Emma Miller

El peso del anillo de platino en mi dedo no era de un metal precioso; era de acero frío. Un grillete pulido que atestiguaba mi venta al Dr. Nick Brown. Tres días después de firmar mi vida en un contrato y menos de doce horas después de la farsa en el Botánico, volví a la rutina. Pero ya no era la misma.

Caminé por los pasillos del St. Jude y sentí que cada cabeza se giraba. Las enfermeras que antes solo me miraban con respeto profesional ahora lo hacían con una curiosidad mórbida, susurrando y riendo a mis espaldas. Era la nueva sensación: la residente ambiciosa que, de la noche a la mañana, se había casado con el jefe de Cirugía Cardiotorácica.

Sentí el calor del juicio. Era el matrimonio perfecto para la prensa, pero para el personal, era un golpe bajo, una prueba de que