Maximiliano y yo estamos uno frente al otro, él mirándome en lo que parece una confusión total y yo mirándolo nada menos que puro desafío. La dulce y vieja Sabrina habría intentado que él entendiera su punto de vista. No este Sabrina. A este Sabrina en la cima de esta colina le importa un comino si no entiende lo que quiere decir.
Y no importa si estoy atrapado en esta propiedad durante muchos años, nunca me he sentido tan libre en mi vida.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, dice:
—No me importas, Sabrina. Y nunca fue mi intención tratarte como a un pedazo de mierda.
—¿Te escuchas a ti mismo? No te importo. Nunca quisiste tratarme como a un pedazo de mierda. Sólo sé honesto, si no conmigo, entonces contigo mismo. Mira cómo has sido conmigo desde que me sacaste de esa casa y ahí está la verdad de cómo te sientes.
Maximiliano mira hacia la casa y niega con la cabeza.
—No sabes cómo me siento. Nadie sabe.
—Si estoy segura. Eres sólo un enigma. Deja de intentar que parez