¿CELOS?

La universidad es la etapa más dura de la formación para convertirte en un profesional, vienes de la preparatoria que tenía su grado de dificultad, pero en el que podía divertirse, salir, era menos presión, ahora la universidad, múltiples profesores, múltiples materias, más estrés, menos tiempo libre, más trabajos para realizar, pero si quieres algo debes esforzarte y eso era precisamente lo que hacía Emely.

Ella tenía la vista fija en su cuaderno, estudiando concentrada mente para su prueba.

—Em, vámonos. — gimió Cristina— yo no estudié.

—Estás demente si piensas que no voy a entrar a la evaluación, en vez de rogar por irnos, deberías preocuparte en estudiar para lograr al menos responder algo.

—Solo faltan quince minutos para que comiencen las clases, estás loca si piensas que puedo memorizar algo en tan poco tiempo y con todo el estrés encima. ¡Reprobaré, Em!

—Ni siquiera haces un esfuerzo real, Cristina — dijo sin levantar la vista de su cuaderno — yo si estudié y no me ausentaré de clases, y estoy repasando mis notas, así que por favor. . . Déjame estudiar — la miró unos minutos a los ojos, antes de desviar nuevamente la vista a su cuaderno.

—Eres una aburrida — le dijo— pensé que tener novio te cambiaría.

—Jamás permitiría que Mateo, o cualquier otra persona influya de forma negativa en mis estudios. Quiero ser una profesional, quiero prepararme Cris, y por eso me esfuerzo cada día, estamos hablando de nuestros futuros.

Hora y media más tarde, su clase culminaba, y ella se sentía completamente satisfecha de las respuestas en su exámen, la que no parecía nada feliz era Cristina, que había decidido quedarse aún sin saber nada.

—Ha estado un poco difícil — dijo Andrea.

—Gracias al cielo si estudié —añadió Anaís— no puedo darme el lujo de perder está materia — La malhumorada Cristina no dijo nada.

—¿Listas para irnos?

—No— Emely suspiró— tengo clases de Italiano hoy, así que se pueden ir sin mí.

—Yo tengo Francés — dijo Andrea — Iré al aula a repasar la actividad de hoy. Cuídense mucho y recuerden que mañana hay otra evaluación.

Era pasada la media tarde cuando Emely salió de la universidad, al observar su celular, vio que tenía tres mensajes de Mateo, pidiéndole que le avisara al salir, pues pensaba recogerla para ir a su casa. Ella estaba sumamente nerviosa, era el día en el que conocería a la familia de su novio, y de acuerdo, no sabía cómo reaccionarian, solo esperaba que fueran buenos con ella, siempre había rogado que la familia de su novio la quisiera como un miembro más, no sabía cómo reaccionaría, ni como se sentiría si no era bien aceptada.

Después de llegar al punto dónde Mateo, la recogería, decidió esperar pacientemente y en menos de cinco minutos, él se acercaba en su motocicleta azúl, se estacionó frente a ella y se quitó el casco.

—Hola, guapa — le sonrió, ella se acercó feliz a él y plantó un beso en sus labios.

—Hola, mi amor. ¿Cómo estuvo tu día?

—Pensandote a cada minuto— volvió a besarla y le tendió un casco— éste es el tuyo.

—Estoy bastante nerviosa, debo confesar que me preocupa el hecho de que quizás no les agrade.

—¡Por Dios, mi amor!— le dijo en medio de risotadas, antes de acariciar su mejilla — no existe nadie en el mundo a quien no puedas agradarle. No hay nada qué temer y nada de qué preocuparse, así que sube y demonos prisa.

—Bien — le respondió, se colocó el casco y luego subió a la motocicleta, abrazándose a él para disfrutar del corto recorrido hasta su casa.

El trayecto es corto y Emely, se abraza con fuerza a él, respirando el aire puro llenándo sus pulmones, y la suave fragancia de su loción, cuando unos quince minutos más tarde, entra por un camino bordado de flores de vistosos colores y se detiene frente a una hermosa casa; grande, ámplia, se siente todo muy agradable, aunque ella no puede apreciar mucho la sensación ya que los nervios se apoderan cada vez más, de su ser. Desciende de la motocicleta y se quita el casco, sus inquietos ojos observan como él apaga la motocicleta y baja de ella, se quita el casco y coloca ambos sobre la moto, Emely, se muerde inquieta el labio inferior y Mateo se acerca, le toma ambas mejillas y con el dedo pulgar acaricia el labio inferior femenino, de manera lenta y sensual.

—Te prometo que todo estará bien, te adorarán.

—No estoy segura de ello— le dijo preocupada— ¿estoy bien? — comenzó a sacudir polvo invisible de su sus pantalones ajustados, ajustó bien su camisa, peinó su cabello. — ¿se ve bien mi maquillaje?

—Estás perfecta, cariño — la abrazó y besó su frente— Te amarán igual o más que yo, ahora vamos —La tomó de la mano, entrelazando sus dedos para darle confianza, nada más cruzar el umbral de la puerta, apareció una mujer mayor, bajita, regordeta, con su largo cabello castaño, sus ojos grandes color miel, piel blanca y una enorme sonrisa.

—¡Ya llegaron! — caminó hasta ellos e ignorando a su hijo se abalanzó sobre ella, quién se inclinó para recibir el fuerte abrazo y los besos en sus dos mejillas, inmediatamente un calor agradable la cubrió y cerró los ojos disfrutando del momento que le daba aquella mujer — Pero que preciosa eres, hija mía — dijo tomándola del mentón— mi hijo sí que tiene buen ojo, es afortunado.

—Pensé que diría, que la afortunada soy yo— le dedicó una hermosa sonrisa.

—¡Oh no, por supuesto que no! — rió ella— el afortunado es él, y más le vale comportarse como es debido. Soy Liliana, es un gusto conocerte, mi hijo no hace más que hablar de ti.

—El gusto es enteramente mío, soy Emely.

—Te dije que te amaría— le dio un tierno beso en la cabeza.

—Vengan, he preparado un refrigerio — minutos más tarde, tenía la mesa frente a ella, abarrotada de pastel, panecillos, café, leche y cuanta cosa se le ocurrió a Liliana.

— ¡Abuela, abuela! — la infantil voz inundó y enmudeció la conversación, los ojos de Emely se fijaron en aquella hermosa niña, ¿Cómo expresar lo hermosa que era? Un largo y rebelde cabello oscuro encrespado, que le llegaba más allá de la cintura, piel blanca como porcelana, mejillas sonrojadas, una pequeña nariz, boca pequeña y rosada, ojos grandes color café, abundantes cejas y pestañas tupida. ¡Qué hermosa pequeña! Sus ojitos la miraron fijamente reconociéndola como alguien extraño.

—Ya has despertado, Luciana. Ven te presentaré a Emely, cariño. — ella le regaló una hermosa sonrisa a la niña intentando trasmitirle tranquilidad— Está es Emely, la novia de tu tío Mateo. Emely, hija, ésta es mi nieta Luciana. —

ella decidió salir de la silla dónde estaba y ponerse de rodillas frente a la niña, mirándola con ternura, adoraba a los niños, siempre despertaban esa parte maternal y protectora en ella. Solían decir que a pesar de su corta edad, ella tenía corazón de madre, quizás fuese cierto, aquella pequeña y dulce criatura despertaba tanta ternura dentro de su ser.

—Hola Luciana, mucho gusto, soy Emely, eres una niña muy bonita— le dijo mirándola fijamente a los ojos— y tienes un nombre precioso.

—Muchas gracias— sonrió con timidez— ¿Eres la novia del tío?— preguntó mirándola, luego miró a su tío y volvió a fijar la mirada en ella.

—Si, cariño. ¿Puedo decirte, cariño?

—¿Y yo debo decirte, tía?— preguntó con el ceño fruncido.

—No necesariamente, puedes hacerlo si quieres, y si no puedes llamarme Emely, o solo Em, cómo tú quieras.

—Te llamaré tía, o tía Em, y puedes decirme, Cariño— dice con una hermosa sonrisa.

—¿Puedo abrazarte?— le pregunta inundada de ternura. La pequeña niña, no respondió, sino que fue hasta ella y la abrazó.

—Te dije que te amarían, mi amor — dijo Mateo— no había de qué preocuparse.

La pequeña Luciana, se unió a la mesa, comiendo pequeñas porciones de pastel, acompañándolo con un vaso con leche. Le contó que tenía ocho años, lamentablemente su madre se había ido al cielo, pero tenía un buen papá, y además tenía a la tía Alexa.

—¿ Y quién es la tía Alexa?— le preguntó acariciando su regordeta mejilla.

—Es la novia de papá.— dijo encogiéndose de hombros.

La puerta principal emitió el sonido de llaves, alguien llegaba a la casa. Emely, vió aparecer a un hombre mayor que Mateo, sin duda eran familiares, se asemejaban en muchos rasgos, sin embargo, habían claras diferencias.

Mateo, tenía la piel tostada, hermosos ojos color miel, parecidos a los de su madre, su cabello era crespo, lleno de pronunciadas ondas, oscuro, de estatura promedio, no era un hombre delgado, pero tampoco pasado en peso, estaba en el punto medio, manos grandes y ancha espalda, labios gruesos y nariz pronunciada.

El hombre que acababa de llegar, era de piel muy blanca como la de Liliana, delgado y alto, de ojos café, nariz aguileña, cabello liso y negro.

—Hijo, mío, que bueno que llegas— la madre se pone de pie para recibirlo.

—Buenas tardes— dice mirándome.

—Buenas tardes— respondo con una tímida sonrisa.

—¡Tio, Jack! — la niña se pone de pie y corre hasta él, lo abraza de las piernas con fuerza. Él la levanta y revuelve su cabello, le da un tierno beso en la frente y vuelve a dejarla en el piso.

—Espero te hayas portado bien, porque te traje chocolates— saca algo de su bolso y se lo entrega.

—Gracias, tío— la niña sonríe y lo guarda a su bolsillo— lo guardaré, estaba merendando con la abuela, el tío y la tía. — el hombre levanta la vista hacia Emely y sonrie.

—Es un gusto conocerte, soy Jackson.

—El gusto es mío, soy Emely— le sonrió.

—Aún estás a tiempo de sentarte y merendar con nosotros— le dijo Mateo a su hermano, éste asintió y tomó lugar entre Luciana y Liliana, luego miró nuevamente a Emely, quién le sonrió de regreso como un gesto dulce y se sorprendió al sentir como Mateo tomaba su mano y entrelazaban sus dedos, mirando fijamente a los ojos de su hermano.

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