EMMA.
El fin de semana se hizo más lento de lo que quería. Y, al fin y al cabo, no me estaba gustando ya este apartamento.
Era domingo en la mañana cuando comencé a recoger algunos libros, y a meter la ropa en cajas, y luego comencé a buscar una casa más cómoda en el sitio web de arrendadoras.
El abogado me dijo que posiblemente en unas semanas estuvieran desembolsando el dinero de la casa que había vendido, y quería cambiar mi auto también.
No estaba corta de dinero, y lo que más podía hacer, era buscar un mejor lugar.
Estaba en pijama, el cabello en una coleta, y una mascarilla cuando la puerta sonó.
Me levanté tranquila, últimamente recibía notificaciones del juzgado, aunque hoy era domingo y eso no podía pasar.
Me quedé estática cuando vi a Noah en una camisa azul oscuro remangada, que dejaba a la vista sus tatuajes, recostado a la pared, y me sonrió recorriendo mi cuerpo con sus ojos de forma descarada.
—Me encanta tu pijama… —tomé el aliento y negué.
Había estado con él todo el