Cecilia pasó la noche en vela, y el plato de fideos a las 5 de la mañana era delicioso.
—Puede que luego tengamos que pagar las prácticas —dijo Cecilia mientras cogía los fideos para enfriarlos.
Dijo Diana: —qué dura la vida, apenas puedo pagar el alquiler del año que viene.
Se paró la ambulancia, y llamaron a la puerta.
Diana torció la cabeza hacia Cecilia y enarcó una ceja: —venga, no le perdones fácilmente.
Se acercó y abrió la puerta, antes de abrirla miró habitualmente al exterior a través de la mirilla y no vio a Flavio, en su lugar vio a varias personas con batas de hospital y camillas en las manos.
Diana pensó en la ambulancia aparcada abajo, se quedó sin habla.
Más valía que Flavio no fuera Bosco, o no podía recuperar a su mujer.
Con dolor de cabeza ante la idea de tener que arreglar este desatino, abrió la puerta y forzó una sonrisa: —¿A quién buscan?
—Somos del centro de urgencias del hospital de la ciudad, hemos recibido una llamada de que una embarazada se ha caído y ha