EPISODIO 6: No Será Un Juego Limpio

BRYCE

Es mía, es lo que quiero gritarle al mundo, mía para siempre, América, como ahora sé que se llama, no le pregunté más sobre usar el nombre que su abuela le puso sin papel desde que era una niña. De hecho, me gusta más su nombre real, es fuerte, los recuerdos de cuando llegó esta mañana al Ayuntamiento, vestida de ese modo tan rebelde como si fuera una adolescente, hace que mi polla se endurezca.

Y el beso, siempre he tenido que ser delicado, tratarla como a una débil flor que en cualquier momento se puede romper entre mis manos, no obstante, ella me besó de un modo que jamás había hecho. Metió su lengua en mi boca, ansiosa, brutal, letal y manipuladora, se me abalanzó y pude sentir el impulso salvaje de romperle el coño por completo.

Luego me mordió el labio inferior, y eso estallo en mi sistema mi instinto animal de posesividad. Le agarré el culo firme y bien duro, capturando su gemido entre mis labios mordisqueados. Nunca la creí capaz de hacer algo como esto, y no me arrepiento de haberla engañado con firmar los documentos que preparé para que fuera mía legalmente.

Tenía que hacerlo, me vi obligado debido a su comportamiento irracional, últimamente está extraña, le evita, no responde mis llamadas o mensajes, Rupert dice que eso es por los nervios, sentí algo más, por ello, cuando fue a mi oficina, le pregunté si quería terminar, ella negó, lo que me hizo respirar profundo de alivio.

Y ahora, hace dos horas, quise llevarla a la casa que he adquirido para nosotros, follarla duro, sin embargo, se escabulló argumentando que tenía cosas que hacer con respecto a la boda, quise decirle que eso es la mentira más grande que ha soltado, ya que de eso se encargó hace meses y ya no hay nada que hacer, decidí darle su espacio en lugar de follarla contra cada una de las paredes, aunque eso solo sea una fantasía.

Puesto que ella es tan pura, que solo me permite hacerlo de misionero y sin que le meta toda la polla. Una vez lo intenté y lloró del dolor, me maldijo y dejo de hablarme por dos semanas. No aguantó mi tamaño. Espero que eso cambie algún día.

—¿Has escuchado algo de lo que te dije?

La voz inquietante de Rupert hace que me ponga de más mal humor y salgo de mi estupor. Mirándolo mal como siempre hago cada que me jode con alguno de sus comentarios sarcásticos.

—No —espeto—. Estaba ocupado.

—¿Haciendo qué? —enarca una ceja con incredulidad.

Rupert Jones es el mejor abogado de la firma, y el que todos piden cuando están en aprietos, es letal. Y mi mejor amigo desde la secundaria. Sus propios compañeros le temen.

—¿Qué es más importante que el maldito trato con la empresa petrolera Hostyun? —insiste.

—Alene —respondo sintiendo extraño el pronunciar eso cuando sé su verdadero nombre.

—América, querrás decir —esta vez mi amigo parece demasiado interesado.

Tenso el cuerpo, hay una razón por la que no suelo hablar de mi vida sentimental con él, y es aparte de ser un hijo de puta, un malnacido con Alene… bueno, América, desde que la conoció me dijo que había algo y que me alejara de ella, nunca le cayó bien, de hecho jamás hizo el intento, y aun estando a pocos días de que sea mi esposa por la ley divina, me sigue queriendo convencer de que cancele su compromiso.

Algo que no pienso hacer, claro está.

—Habla —demanda.

—No soy uno de tus clientes —refuto.

Entrecierra los ojos.

—O me dices o lo averiguo por mis propios medios, sabes que no será un juego limpio.

Maldito.

—Vale, hace días que no quiere follar, si te soy honesto, es como si fuera otra persona, alguien más…

—¿Viva? También lo creo —asiente—. Cualquier versión enferma que esté reluciendo, me caerá mal.

—No seas tan hijo de puta, ella es la mujer que amo.

Se pone de pie.

—Me da igual, haz lo que quieras, de cualquier modo, eres demasiado mayor como para saber olfatear el peligro tanto como las mentiras —se pone de pie, alisa su traje caro y sale de la oficina.

«Hijo de mil putas»

Lo cierto es que no dejo de pensar en ella, no después del beso efusivo que nos dimos en público, otra cosa que no le gusta y al parecer ha cambiado, las demostraciones físicas no son su fuerte.

De cualquier modo, termino el trabajo y para cuando anochece, salgo con el resquemor de que hoy es la noche de despedida de soltera de Alene, algo que mantiene sin duda mi mente ocupada, ya que imaginarla en medio de cualquier tipo de escenario sexual, hace que la sangre se convierta en lava.

Subo a mi auto azotando la puerta de un modo que incluso me sorprende a mí, pienso en encender el motor e irme a mi departamento para ahogarme en alcohol, sin embargo, veo el móvil y le llamo a Alene, no responde, hago quince malditos intentos y de ninguno recibo una respuesta.

Las imágenes erróneas se lanzan sobre mi cabeza, ella viendo bailar a un montón de hombres, o siendo tocada por ellos, joder, piso el acelerador, dirigiéndome hacia el edificio donde planeó tener su tan secreta despedida de soltera. Yo tuve la oportunidad, de hecho, Rupert insistió en que folláramos a unas cuantas putas como solíamos hacerlo en el pasado, siempre compartiendo todo.

Como era de esperarse, rechacé la idea, ya que sí, era un patán cabrón que solo buscaba un follón, ahora tengo todo lo que necesito en Alene y no pienso siquiera en meter la polla en otro hoyo que no sea el suyo. Cuando menos me doy cuenta, he llegado, el último piso se encuentra iluminado y estoy dispuesto a arruinar su noche con mi presencia.

Luego de matar a todos los malditos hombres que la rodeen. ¿De verdad estoy pensando esto? Desde que Alene cambió, me ha nacido un instinto asesino y protector que jamás he tenido, es como si no quisiera que nadie más la mirara, hasta hace unos días, estaba bien con ello.

Las puertas del elevador se abren, la música de fondo hace que acelere los pasos, llego hasta la enorme puerta, tenso la mandíbula y abro de golpe, no escucho risas, tampoco algo que me indique que hay demasiada gente, camino por el angosto corredor de la entrada, y me congelo con lo que veo.

No hay nadie, todo está adornado y perfectamente colocado como lo pidió, pero no hay personas, está solo ella, con una copa de vino en la mano, bailando sobre una de las mesas de una manera que me pone la polla dura, solo trae encima la ropa interior más sexy que he visto, sigo notando algo raro en ella, y es el hecho de que me permita sin saberlo, verla semidesnuda.

Alene de hace dos semanas no me lo permitió, y cuando la follaba, solo dejaba que lo hiciera con las luces apagadas. Estoy tan ensimismado viendo como baila, que cuando abre los ojos de un color ámbar casi amarillo brillante, todo se detiene y sus labios se abren para decir lo único que gritará esta noche.

—Bryce.

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