EPISODIO 2: Un Placer Verte

AMÉRICA

Han pasado un par de días desde que me vi obligada por mi familia a seguir con la farsa de tomar el lugar de mi hermana, no quiero, no me gusta, pero odio ser la única que siente el deber moral de apoyar a la familia que ha hecho todo porque yo salga adelante y que al mismo tiempo ha perdido un mundo con la muerte de mamá.

Alene y yo éramos muy pequeñas cuando eso ocurrió, un día padre se puso frente a nosotras y nos dijo que James Henderson, mató a mamá, al parecer estaba enamorado de ella, no soportó que quisiera a papá, e hizo lo que hizo para después suicidarse.

Y ahora me encuentro metida hasta la garganta en este embrollo de venganzas y caos familiar, en él soy yo la única esperanza de vengarnos del único hijo de James; Bryce Henderson, un magnate joven que heredó el poder y fortuna de su padre, y quien mi hermana embrujó para casarse con él y dejarlo sin nada, todo eso está bien, pero ahora soy yo quien se va a casar.

Algo que me tiene en el hilo de la vida, porque soy un alma libre, pese a que Alene y yo somos gemelas idénticas, somos como el agua y el aceite, ella es el agua, por supuesto, pulcra, moralista, perfecta, hermosa, la hija buena, la que sigue las reglas y me protege de todo, en cambio, yo soy el aceite, turbio, letal, fácil de encender y hacer el caos, la oveja negra de la familia.

Ambas altas, delgadas, yo un poco más, la diferencia que nos encontramos en la adolescencia, es que al parecer yo le desarrollé más rápido que ella, tengo más dotes, mis pechos son más grandes sin exagerar, en todo lo demás, tenemos el mismo color de cabello caoba oscuro, y los ojos ámbar que llegan a casi un amarillo chillón, ella mantiene el cabello corto por encima de los hombros, y yo largo por la cintura, en pequeñas ondas.

—Todo está listo.

La voz de mi padre me saca de mi estupor, mientras termina de pagar la ropa aburrida de mi hermana, tenemos veintidós años, y aun así, se viste como una m*****a remilgada, lo contrario a mí. En este caso, para salir tuve que ponerme unos jeans ajustados, con unas flats blancas, un saco del mismo color y blusa blanca de cuello largo, algo que me estresa, algunas de sus joyas, mismas que Bryce le ha regalado en estos dos años que llevan saliendo.

—¿Ya nos podemos ir? —resoplo con cansancio.

Mi padre revisa la hora en su reloj de mano.

—No, aún faltan algunas cosas —dice en tono que no es negociable.

Los pies me duelen de caminar tanto y estar de pie, necesito un respiro, por lo que recurro a la única salida libre que me queda.

—Necesito ir al baño —detengo la caminata detrás de él.

Mi padre me mira por encima del hombro sin dejar de caminar.

—¿Ahora?

—Sí —blanqueo los ojos con irritabilidad—. Tomé mucha agua.

A mi padre no parece agradarle la idea, se lo piensa dos veces para luego soltar un largo suspiro.

—Está bien, creo que podemos hacer una breve pausa de cinco minutos, sabes que no me gusta dejar sola a tu hermana, mucho menos en el estado en el que está —arguye manteniendo un silencio crudo.

Asiento. Lo entiendo, de verdad lo hago, amo a Alene, es una parte de mi ser, mi alma gemela, tal cual, pero sigo buscando una vía libre para deshacerme de este nudo. Hago a un lado todas las sensaciones destructivas que me provoca pensar en la culpa, y me dirijo hacia el área de baños para mujeres.

Mi padre se queda en la zona de espera frente a algunas tiendas de perfumes, me voy rápido contra el lavabo y me mojo el rostro con agua fría, es tan cansado tener que fingir ser otra persona, y más cuando esto no te gusta. Retoco mi maquillaje tratando de hacer todo el tiempo posible para que mi padre termine por desistir.

Salgo, lo localizo sentado en una banca que da a la tienda de joyas favoritas de Alene, y a través del vidrio lo veo eligiendo algunas que estoy seguro, son para ella, como una clase de premio por quedar inválida. Estoy caminando hacia allá, no doy ni cinco pasos cuando alguien se atraviesa dentro de mi campo de visión.

Un tipo alto, de anchos hombros, con un tatuaje de un águila en el cuello, cabello oscuro y ojos verdes, me parece familiar, comienzo a mover los engranajes de mi cabeza hecha un lío, hasta que recuerdo que leí sobre él, Alene me hizo estudiar una carpeta donde tiene fotos, información y más, de las personas que conoce y que rodean el mundo del tal Bryce Henderson.

—Alene —habla lento.

Frunzo el ceño, por un nanosegundo estoy a nada de decirle que mi nombre es América, pero recuerdo que estoy actuando como mi hermana.

—Rupert —saludo, tratando de actuar como ella.

Rupert Jones es el mejor amigo de Bryce, se conocen desde la secundaria y son como siameses, inseparables, a más que ser su abogado, le da un plus para reforzar su tan trivial amistad. De cualquier modo, Alene dijo que era engreído, le cae mal, y que trate de alejarme de él todo lo que pueda.

Ya que al parecer es como un sabueso, puede olfatear la mentira dicha por el mayor experto de la mitomanía humana. Sin contar que es el abogado con más fama de crueldad, no pierde un caso, y se sabe que si Jones te tiene en la mira, te jodes.

Lo peor de todo, es que en estos momentos me está estudiando con esos ojos verdes profundos, detalla mi rostro y por la fugaz mueca de desagrado que destella de su rostro, deduzco que a él le cae mal mi hermana. El sentimiento es mutuo.

—Cabello largo —arguye en tono pastoso-. Interesante.

«Mierda, mierda»

Me quedo estática, su aura es demasiado pesada.

—Son extensiones —respondo, tratando de mantener la calma y colocando la misma cara de póker que suelo usar contra el mundo.

El silencio que se ancla entre los dos, es asfixiante, demoledor, sigue con la mirada fija en mí, hasta que el timbre de su celular lo obliga a romper todo contacto visual e inquisidor conmigo. Saca el aparato de su bolsillo, frunce el ceño, teclea algo y enseguida lo regresa al fondo de su chaqueta, esta vez.

—Un placer verte, Alene —su tono es áspero.

—Igual...

No espera a que termine, solo se da la media vuelta y se marcha, lo veo desaparecer por las puertas principales y me permito tomar una larga bocanada de aire.

—América.

Doy un respingo al sentir a mi padre a mis espaldas.

—Tendrás que hacer el resto tú sola —me dice dándome su tarjeta de crédito—. Compra lo que sea necesario, me adelantaré a la casa, la nueva enfermera que estará al cuidado de tu hermana, acaba de llegar.

Abro la boca para decirle que lo mejor es que las compras terminen aquí, sin embargo, antes de que algún sonido gutural pueda brotar de mi garganta, se marcha con las bolsas de las compras anteriores.

—Joder.

Sin más remedio, paso el resto de la hora acabando con los malos gustos de mi hermana, su móvil no ha dejado de sonar, intercambiamos los aparatos porque el suyo es un modelo último modelo, regalo del pobre Bryce, la pantalla se enciende con una foto de los dos, besándose.

Decido ignorarlo como lo he hecho desde esta mañana, deteniéndome frente a una tienda de música, pero este sigue sonando y me pone de mal humor.

—Debe ser interesante ser un cojonudo insoportable —susurro rechazando su llamada.

—¿Quién es un cojonudo interesante?

El alma se me cae a los pies al escuchar la voz varonil, ronca y con tintes siniestros a mis espaldas. Trago grueso y lentamente volteo, cruzando mi mirada con un hombre que no tiene nada que ver con las fotos, porque este tipo es más alto que yo, delgado, pero fornido, rubio, ojos verdes y dos hoyuelos que sobresalen de su rostro como una bendición injusta en la anatomía masculina.

Mis ojos se centran en los suyos, y solo puedo decir una cosa.

—Bryce.

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