Realmente, el dinero puede mover montañas.
—Esta vez te dejaré pasar.
Se restregó los ojos somnolientos, abrió la puerta de la habitación y salió.
—Mamá, tía Viviana, muy buenos días.
—Pequeño travieso, buenos días —dijo Viviana.
Silvia estaba en la cocina, preparando el desayuno.
— Báñense y desayu