SIENDO UNA BURLA
Sara estaba deseando abrazarla, pero no quiso parecer una loca, además ni siquiera la conoce. Mientras charlaba con esa amable señora, se sentó sobre la cama.

—Eso mismo me decía mi nana, pero me es difícil creer eso. ¿Le puedo pedir un favor?

—Dependerá, solo recibo órdenes del jefe. Él es muy delicado.

—Tengo hambre, no he comido en varios días, padezco de ansiedad y me da miedo tener una recaída. ¿Podría conseguirme algo de comer, lo que sea? —la señora lo pensó, a ella solo le ordenaron que la vistiera.

—Lo único que puedo conseguirte es una manzana, la traeré con una ropa que de seguro te quedara mejor que ese vestido.

La mujer salió del dormitorio. Sara sonrió porque, por fin, iba a poder comer algo. Su estómago no le daba tregua y rugía. Se asomó por la ventana y vio a varios hombres armados. Esa visión le erizó la piel. ¿Con quién se había metido su padre? Se preguntaba a sí misma.

La señora le dio una manzana, para mitigar un poco el hambre, cosa que le agradeció, sintió
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