Capítulo 90
—Bien, voy para allá.

—Sí, yo también.

Agarré mis cosas y, con el corazón acelerado, salí presurosa de la oficina.

Pensé que llegaría primero, pero al entrar al jardín de la azotea vi que Lucas ya estaba sentado.

Era imposible no notarlo, donde fuera siempre destacaba como la presencia más brillante.

Era una tarde de otoño con una luz perfecta, cálida y resplandeciente.

Se había quitado la chaqueta dejándola a un lado y vestía solo una camisa blanca con las mangas dobladas, mostrando sus antebrazos de líneas elegantes.

Sobre la mesa baja tenía una laptop ultradelgada y trabajaba en algo con expresión seria.

Detrás de él, racimos de flores púrpuras florecían intensamente, creando una armonía perfecta con el blanco de su camisa y el dorado de la luz del sol.

Me quedé mirándolo embobada unos segundos hasta que alguien pasó a mi lado y desperté de golpe.

Controlando mi corazón desbocado, me acerqué sonriendo: —Señor Montero, perdón por la espera.

Lucas alzó la mirada y su seriedad se desva
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