¿Su conciencia? ¿Se la había tragado Isabel?
La maldad humana no dejaba de sorprenderme.
Por la noche, Sofía me llamó para preguntar si había logrado divorciarme. Le dije que no.
Se indignó y comenzó a despotricar.
Contuve la furia de mi amiga, recordando que tenía algo importante que consultarle.
—Sofía, dejemos eso por ahora, necesito pedirte un favor.
—¿Qué necesitas? Dime y si puedo ayudarte yo lo hare.
—Quiero vender parte de las acciones de la empresa. Tú tienes muchos contactos, ¿podrías averiguar si alguien estaría interesado en invertir?
—¿Es para ayudar a tu tía? —Sofía, como mi mejor amiga, entendió inmediatamente.
—Sí, no puedo permitir que los Ruiz la maltraten. Si pongo este dinero, la empresa debe quedar a nombre de mi tía, ella tendrá el control —así, mi tío y sus sanguijuelas tendrían que someterse a mi tía.
—Claro, eso es bastante fácil. Tu empresa ha tenido buenos resultados estos años, mucha gente querría invertir. Mi hermano incluso me dijo que dejara el negocio de