—Sí. Probablemente temía que escapara, así que después de drogarme me ató —respondí brevemente, sin querer seguir hablando del tema.
Sofía cambió repentinamente de expresión, miró a Lucas y luego me apartó unos pasos, preguntando en voz baja: —¿Tú... ese animal no te...?
No terminó la frase, pero entendí lo que quería decir, y sonreí para tranquilizarla: —No te preocupes, no pasó nada... Me ató las manos y los pies, lo que paradójicamente dificultó que pudiera agredirme, y Lucas llegó a tiempo.
—Menos mal —Sofía suspiró profundamente aliviada, me miró detenidamente y volvió a fruncir el ceño—. Tu cara también está hinchada. Las heridas son evidentes aunque digas que no es nada. Hay que desinfectar bien y aplicar alguna medicina para que no queden cicatrices.
Antes de que terminara de hablar, Adrián entró con un botiquín que Lucas tomó.
—Señorita Jiménez, vaya a descansar. Yo cuidaré bien de María —dijo Lucas educadamente, mirándonos.
Aunque Sofía seguía preocupada, sabía que no era apr