—Por fin has llegado...
—¡Te hemos extrañado mucho!
Elara y Marisabel estaban en medio de una animada fiesta cuando, de repente, la música se detuvo. Elara, con un carácter bastante explosivo, estaba a punto de enojarse, pero al darse la vuelta se encontró justo con Simón, que llegaba acompañado de la madre de las chicas.
Sus expresiones cambiaron de inmediato a una mezcla de emoción y alegría, y corrieron a abrazarlos con fuerza en un cálido y afectuoso abrazo.
—¡Hablaremos de ustedes más tarde!
—¡Aún necesito ver a alguien más…
Simón miró a las chicas con cierta incredulidad, pero luego siguió a la joven que los había guiado hacia el interior de la villa.
La joven los llevó de inmediato a una habitación repleta de pantallas de monitoreo.
En el interior no había más que una mujer de figura deslumbrante y un rostro atractivo y carismático.
Al ver a Simón entrar, la mujer se levantó asombrada y se acercó a él, inclinándose con respeto. Dijo: —Constanza ha estado esperando al señor duran