Capítulo veintiséis. Un hombre excepcional

Ofelia sonrió al sentir el cosquilleo recorrer su espalda. Las manos de Luciano tenían el poder de calentar su cuerpo antes siquiera de que pudiera llegar a entibiarse.

Habían hecho el amor toda la noche, casi hasta el amanecer y tal como Luciano le había prometido. Fue su postre y parecía ser que él deseaba convertirla en su desayuno.

—Es tarde, debemos ir a casa de tus padres por Luciana —murmuró en medio de un suspiro. Sentir las manos de Luciano, recorrer su piel sensible era demasiado para su corazón.

—Está con mi madre, está bien —le aseguró mordiéndole el oído para luego aliviar el dolor con la punta de su lengua.

—¡Cielo Santo, pareceré un Bambi recién nacido si vuelves a hacerme el amor! —exclamó Ofelia cuando los dedos de Luciano se movieron sobre su clítoris hinchado.

—Pero

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