Capítulo 5. Llegas tarde

 

Valentina respiró hondo antes de acercarse a la recepción del departamento de diseño dirigido por Ana Winter, una talentosa diseñadora de modas a la que admiraba mucho; le emocionaba poder conocerla en persona, deseaba aprender de ella todo cuando pudiera. Pero a Ana, la llegada de una nueva aprendiz lo menos que le producía era alegría, tenía el equipo que necesitaba, y así se lo hizo saber a Bruno cuando se enteró de su contratación, pero él fue muy tajante en su decisión y ella no pudo hacer más que aceptar lo que su jefe quería.

—Buenos días, soy Valentina Collins, la nueva aprendiz de diseño —dijo estando delante de la secretaria de Ana, una joven que parecía tener su misma edad o tal vez un poco menos.

—Llegas tarde. Tu cubículo es el último de la izquierda. En el escritorio, encontrarás dinero para café, ve por él antes de que Ana llegue —le informó la recepcionista sin mirarla.

—¿Ir a dónde? —preguntó confundida.

—Al café del frente, está al cruzar la calle, solo di que vas por la orden de Ana —le respondió Louisa en tono hostil, al parecer, Ana no era la única que no estaba contenta con la llegada de la nueva aprendiz.

Valentina enseguida se dirigió a su cubículo y sus ojos se ampliaron cuando vio aquel diminuto espacio, que parecía más un closet que una oficina; había cajas apiladas en un rincón y algunos utensilios de limpieza como los que usaba cuando trabajaba como aseadora. No sabía si se trataba de una broma o era solo una coincidencia; pero si lo que pretendían era desanimarla, no lo iban a lograr. Tomó el dinero que mencionó Louisa y bajó a buscar el café, esperando regresar antes de que Ana llegara.

El ascensor parecía demorar una eternidad y Valentina no dejaba de lamentar no haber llegado más temprano a la oficina. Cuando finalmente las puertas se abrieron en la planta baja, salió del edificio y corrió hasta el café ubicado en el frente.

No, no, no. Lamentó viendo la larga fila que había para llegar a la caja. Demoraría demasiado, pero no podía volver sin el café. Hizo la fila y esperó con inquietud por su turno.

—Quiero el pedido para Ana Winter, por favor —ordenó a la cajera. La chica registró el pedido y le hizo el cobro de la factura, pero el dinero que le dieron no era suficiente para pagar y Valentina tuvo que poner de su bolsillo para completarlo. Sin duda, Louisa lo había hecho a propósito, quizás era parte de una prueba de iniciación o algo parecido.

En diez minutos, el pedido estaba listo, ocho cafés tamaño mediano identificados cada uno con un nombre distinto. Valentina tomó la bandeja y salió del café sin poder avanzar tan rápido como necesitaba, la bandeja estaba pesada y apenas podía llevarla.

Estaba esperando que el semáforo cambiara para cruzar la calle cuando Víctor, su antiguo supervisor, la abordó.

—Es tu culpa que me echaran de la empresa, zorr@, y voy a vengarme —la amenazó cegado por la rabia y la empujó hacia atrás, volcando la bandeja de café sobre ella, y luego se fue corriendo.

Valentina gritó sintiendo cómo su piel se quemaba con los cafés recién servidos, estaba empapada desde el pecho hasta los muslos.

Varias personas salieron del café al escuchar sus gritos y llamaron a urgencias al darse cuenta de lo que había pasado.

Desde el piso ocho de su edificio, Bruno presenció lo que ese hombre le hizo a Valentina, justo miraba por la ventana mientras hablaba por teléfono cuando la vio salir del café y luego al hombre empujándola. Sin perder un segundo, llamó a urgencias, salió de la oficina y corrió escaleras abajo sabiendo que sería más rápido que ir en el ascensor. Al momento que llegó a la avenida,  más de veinte personas rodeaban a Valentina. Bruno se abrió paso entre la gente y se arrodilló junto a ella sin importarle mojarse con el café que estaba regado en el suelo.

—Valentina, ¿estás bien? —le preguntó agitado, había bajado ocho pisos corriendo.

—¿Señor Lombardi? ¿qué hace aquí?—enunció Valentina, sorprendida.

—Vi lo que ese hombre te hizo.

—Fue Víctor Ross, mi antiguo supervisor —musitó con voz dolorida, los cafés le habían causado quemaduras en la piel.

—M@ldito desgraciado, haré que pague por esto —siseó Bruno furioso.

En ese momento, llegaron los paramédicos y llevaron a Valentina a la ambulancia, la trasladarían al hospital para tratar las quemaduras.

En cuanto la ambulancia se alejó, Bruno entró al edificio, bajó al estacionamiento y condujo hacia el hospital consumido por la rabia y la impotencia. Ese idiota se arrepentiría de lo que le hizo a Valentina. Era un jodido cobarde.

En cuanto llegó a urgencias, Bruno preguntó por Valentina y le informaron que la estaban atendiendo, que  e avisaría en cuanto tuvieran noticias.

Mientras esperaba, llamó al jefe de seguridad del edificio y le advirtió sobre Víctor, quería que implementara un nuevo sistema que impidiera la entrada de cualquiera que no trabajara en la empresa, solo las personas autorizadas podrían ingresar.  

Pasaron solo diez minutos antes de que una enfermera le informara a Bruno sobre Valentina. Por suerte, las quemaduras eran de primer grado y podían ser tratadas en casa con compresas frías y crema de áloe vera durante al menos tres días. Solo faltaba que la policía tomara la declaración de Valentina para que pudiera irse.

Casi una hora después de su ingreso, Valentina salió del área de urgencias usando un uniforme que las enfermeras le habían conseguido. Cuando vio a su jefe esperándola afuera, se sintió avergonzada. Era la segunda vez que iba a urgencias por ella.

—No tenía que molestarse en venir —le dijo apenada.

—No podía no hacerlo —respondió él sintiéndose responsable por lo que había pasado—. ¿Víctor le dijo algo antes de empujarla?

  —Sí, que era mi culpa que lo echaran, que se vengaría… —musitó Valentina recordando con terror aquel momento.

—Me aseguraré de que no vuelve a acercarse a usted —le prometió Bruno, decidido, la mantendría a salvo al costo que fuera.

—¿Por qué se preocupa tanto por mí? —le preguntó Valentina queriendo salir de dudas, antes supuso que era debido a lo que pasó con su esposa, pero esta vez no estaba teniendo un bebé.

—Porque un ex empleado la agredió en un horario laboral, es mi responsabilidad garantizar su seguridad y la de todos mis empleados —le respondió airado, pero su enojo no era con ella sino con él mismo, porque en el momento que Valentina le hizo la pregunta, se dio cuenta de que en verdad se preocupa por ella, y no se había sentido de esa forma por nadie en muchos años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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