—¿Todo listo?
Vi que Brandon asentía, terminando de poner el respaldo del asiento trasero en posición horizontal, y me dirigí a la casa de huéspedes. Trisha me siguió cámara en mano, mientras Isaac filmaba todo desde el jardín. Anochecía, y era hora de partir hacia Pennhurst, adonde pretendíamos llegar pasada la medianoche.
—¿Kujo? —llamé, cruzando la sala hacia el comedor.
—Fran —fue la respuesta instantánea.
—¿Listo para ir a casa, mi niño?
Oí los rumores bajo la mesa y me agaché.
—Trae saco.
—¿Quieres llevarlo?
—Fran.
Asentí riendo y recogí mi saco de dormir. Estaba caliente como una frazada eléctrica.
—Vamos, nos están esperando —dije, y sentí el calor contra mi costado, de mi pierna hasta el hombro—. Tú y yo viajaremos con Brandon en su camioneta, porque tiene más espacio para ti.
—¿Brandon viene?
—Sí, mi niño. Vamos. —Eché a andar hacia la puerta principal, e