Bastian carraspeó en varias ocasiones. La luz dejó de existir en la parte subterránea de esa casa, la lluvia no se escuchó tan fuerte y al menos agradeció que eso existiera, le dio un respiro. Caminó por cada pasillo, recordando que un pasado había hecho su regreso y ese cordero en sacrificio fue devuelto a su vida, sin siquiera buscar que pasara. ¿Tan jodido era el mundo para ponerle las tentaciones enfrente? ¿O tan jodido estaba él para sentir satisfacción por qué haya ocurrido? Le gustó la idea de verla de nuevo. Pero sabía que estaba mejor lejos, sin creer que lograron capturarla después de años. Debió irse del país. Aunque entendía que posibilidades no tenía y de seguro sabía que el parlamento contaba con vigías en todos lados. La encontrarían más rápido si usaba pasaporte. No importaba si era falso, ellos buscaban rostros, o nombres. El parlamento y él eran cosas muy diferentes. El era dueño de la tríada de la sangre negra, hacía y deshacía a su antojo dentro de sus negocio
__ ¿A donde se dirige, señorita Amaranta? - preguntó Marc cuando la vio tomar las dos escaleras. __ Escuché que mi prometido tiene migraña y preparé algo que puede hacerle bien. - mostró ña bandeja. __ Si escuchó eso, supongo que se enteró que nadie tiene permitido subir al segundo nivel. - le explicó con amabilidad. __ Hablan del resto. Recuerda quien soy en su vida. - estableció sin mayor preocupación, subiendo otro par de escalones más antes que fuera el asesor Marc quien se le plante de frente, irrumpiendo su paso. __ Lo lamento. Las órdenes del Don no son cuestionables. - su amabilidad y caballerosidad lo definió, como siempre. __ Eres un asesor, no quien demanda lo que sucede en esta casa, así que a un lado, soy la señora y dentro de poco, si no te quitas, le pediré al señor tu ejecución por la falta de respeto. - soltó cambiando por completo su amable mirada. Fue educada para saber, pensar y comportarse como la dueña de algo en un futuro, ser la esposa de alguien le daría
Sus ojos estuvieron sobre el otro en todo momento, con la necesidad de no dejar de verlo. Kiara tratando de descifrar como quería deshacerse de ella y Bastian con una pregunta en su cabeza que no obtuvo respuesta.La mirada oscura y con para nada una sola muestra de lástima por la vida humana, detalló con sobre interés a la esclava que se puso de pie de forma inmediata, dejando a su hija en su espalda, con los dedos temblando y el corazón colapsando con la fuerza de su respiración siendo lo único que pudo escuchar. __ Vayas sorpresas que da la vida, ¿cierto, Liebe? - la pregunta no pasó con la forma relajada que debió, tenía rencor, y como no, si un ser más rencoroso que Bastian Blackwood no existía en el mundo y desde su punto de vista, habían cosas que debió haber sabido. __ Por favor, no le hagan daño. - logró hablar Kiara. - Ella no tiene la culpa de nada. Soy a quien quieres, solo no dejes que la condenen a...__ ¿Porqué lo haría? - con la mano acomodando su reloj, preguntó. -
El anillo que Bastian Blackwood ofreció fue el objeto que Kiara detalló por varios segundos en los que no pensó en nada más que la palabra que este dijo segundos antes. Matrimonio. Una palabra con el peso suficiente para dejar a dos almas que no debieron conocerse jamás, pues sus tiempos no eran los mismos, ni sus aspiraciones iban por la misma dirección. Borró el sabor que debía tener, pues para ella un acto como ese, solo lo vio posible cuando creyó estar enamorada. Sin embargo para él, fue una obligación que debía ejecutar cuando el tiempo llegara. Solo que ambos cayeron en un juego del destino, en el cual se vieron tentados, no teniendo las ganas de detener lo que sucedió años atrás, las consecuencias llegaron y ahora Nessi necesitaba de su protección. Para alguien que tuvo un similar caso, con un destino muy diferente, ahora podía evitar que la historia se repitiera. __ Van a señalarme mucho más. - dijo Kiara acariciando el bolígrafo. - Seré el foco de...__ Van a querer mat
"¿Su esposa?" La pregunta rondó la cabeza de quienes la escucharon, creyendo que no era más que mera tontería de su parte, pues no había ni una vaga posibilidad de que eso fuese real. Nadie la conocía, nunca supieron de ella y para todos era prácticamente improbable. Caminaron atrás de ellos, en tanto Kiara sintió sus pies estar a punto de dejarla caer. La mano de su hija era lo único que la sostenía, caminando a la par del sujeto que con cada paso la obligó a dar tres de los suyos. La diferencia de tamaño era impresionante, imposible de no verlo, pues la cabeza de Kiara llegaba abajo de los hombro de Bastian, siendo los tacones que se puso los que aminoraron la diferencia. Este se dio cuenta y disminuyó cada paso, haciendo más lento su andar, dándole menos trabajo para caminar a su lado, cuando no debería ser así, pues según el régimen de la tríada, la esposa siempre ocuparía un lugar más bajo que el Don pudiera tener. Las mujeres en ese lugar tenían una sola finalidad. Pero jam
Kiara puso su espalda contra la puerta en cuanto al fin pudo estar sin tantas miradas sobre ella, dejó salir el aire poco a poco, para luego caminar hacia el espejo que tenía a pocos pasos de la cama. Su gloriosa imagen quedó ante sus ojos, un rosa tan intenso que podría asociarse con cualquier cosa, menos con la inocencia que dicho color tenía, según quienes veían dicha joya. El vestido tenía un...algo que no pudo distinguir, pero le ordenó jamás ver hacia abajo. Claro que tenía miedo, no era un ser de piedra, no vivió toda su vida en un sitio donde le exigieron ser fuerte, más bien un hogar en el cual le brindaron lo que era ser amado. Eso antes de que su madre haya muerto por esa enfermedad que los médicos no pudieron detectar antes de que fuera demasiado tarde. Todo se desmoronó desde ese preciso instante. Su padre bebió cuando su madre estaba descansando, comenzó a jugar apuestas y todo se fue cayendo, pedazo a pedazo. Su madre falleció tan solo seis meses después y ella tuv
Si las miradas fuesen interpretadas como era debido, nadie se habría atrevido jamás a desafiar al ser más rencoroso y despiadado que podía existir.Sus ojos tenían dagas tan afiladas que cortó la valentía de quienes tenía enfrente.Con sus manos unidas por el bolígrafo que tenía entre sus dedos, su espalda apoyada en la silla y su mente imaginando en cuantas partes podría dividir sus cuerpos, dio la impresión de ser el sujeto del cual todos debían huir. __ Me lo prometiste. - su actitud voluntariosa y caprichosa regresó para Amaranta. - El acuerdo...__ Nerón ataca. - ordenó y todos se tensaron en cuanto este puso la mano abierta sobre el escritorio. El perro que más marcas de lucha tenía en el costado, se puso de pie de forma rápida, su ligereza en sus patas delanteras lo impulsó hacia adelante. Kiara se hizo a un lado al verlo casi abalanzarse sobre el primero que tuvo al alcance. Su presa fue Ben, el hermano de Amaranta que metió su brazo, siendo atrapado por el Doberman que aun
Perder la voluntad nunca se sintió tan intenso. Bastian poseía la mayor parte de su descontrol unido a su voluntad y en ese instante, todo estaba direciconado a una sola persona. Un tipo como el tenía la habilidad de ser calculador, pero también de ser un sujeto que nada tenia que ver con la lógica, sino que siempre se dirigió por sus deseos. Lo que representaría un problema, pues en ese preciso segundo sus deseos los tenía cautivos Kiara. La mujer que tenía a pocos centímetros de su boca, solo un par, disminuyendo gradualmente, dándole a probar el sabor de su aliento tibio, de su rabia con el mundo, de sus ansias por ella.__ Aléjate. - pidió con la boca seca. - Este matrimonio...tú dijiste que era por...__ Escuchas lo que se te antoja, Liebe. - la yema de su dedo palpó su mejilla. - Pero no ves lo que pasa...o solo, no te atreves a aceptarlo. - sus ojos no tenían su color natural, sino un brillo que la hizo entrar en pánico, deseando salir de la jaula en la cual la puso, pero Bast