Entre la incredulidad, la ambulancia ya había detenido su marcha frente a las puertas del hospital.
Desde el hospital ya se habían enterado con antelación y, por ende, ya había gente esperando afuera.
Tras bajar de la ambulancia, Silvia fue llevada inmediatamente a la sala de urgencias.
Ana se quedaba sentada allí, rememorando la escena que acababa de presenciar, sin poder sacudirse la impresión.
A pesar del deplorable estado en que se encontraba Silvia, ¿por qué sonreiría de esa manera? Esa sonrisa enigmática y cautivadora llenaba a Ana de una inquietud inexplicable.
—Señorita, ¿está usted bien? —preguntó el conductor de la ambulancia, quien iba a llevar el vehículo de regreso para limpiar las manchas de sangre que había, cuando notó a Ana absorta en sus pensamientos.
—Estoy bien, lo siento —respondió Ana, volviendo a la realidad y saliendo de la ambulancia con cierta incomodidad.
Ana también se dirigió a la sala de urgencias, mientras Lucas permanecía de pie en la entrada.