Ana no miró la expresión de Lucas; si ahora él se arrepiente o sigue siendo débil, eso ya no es algo que ella deba considerar.
Por alguna razón, hablar con este hombre solo la hizo sentir más agotada.
—Estoy algo cansada, subiré a ver a mamá, tú puedes irte —Ana ordenó fríamente que se marchara y luego se alejó, sin volver a mirar la expresión de Lucas.
Lucas, viendo a Ana alejarse, quiso seguirla, pero por alguna razón, no pudo dar el paso.
Tal vez, en este momento, su presencia no tenía más significado que empeorar el ánimo de Ana; lo que él consideraba cuidado, quizás para ella era solo una carga.
Al llegar arriba, Ana se sentó junto a Teresa, le limpió la cara y luego tomó su mano, desahogando su corazón angustiado.
Solo entonces se dio cuenta de que no era tan despreocupada como pensaba; no podía ser indiferente a todo. Solo que, frente a Lucas, no quería mostrar ninguna emoción frágil. Eso la haría parecer irracional, como si todavía estuviera aferrada al pasado.
—Mamá, ¿qué debo