Gloria sonreía con desdén en su interior, temiendo que nunca llegaría ese día. El veneno que había agregado al café solo necesitaba una pequeña dosis para ser mortal, y ella lo había echado todo. Luz ya lo había bebido, incluso un sorbo era suficiente para acabar con su vida.
Sin embargo, Gloria aún no se atrevía a mostrar demasiada emoción, por miedo a que Luz notara algo anormal y decidiera ver a un médico.
—¿Qué haces ahí parada? ¡Apresúrate a limpiar el suelo! —Luz, al ver a Gloria mirándola fijamente, comenzó a regañarla de nuevo.
—Sí, sí, voy enseguida —respondió Gloria rápidamente, tomando un trapo y comenzando a limpiar el suelo con esmero.
Luz, viendo a esta mujer que una vez le había robado a su marido, ahora tan humilde y servil, se sentía complacida y tomaba más café.
Unos minutos después, Luz empezó a sentir un dolor abdominal muy intenso, diferente a un simple malestar estomacal. Era como si todos sus órganos estuvieran siendo brutalmente agitados.
Luz se alarmó. ¿Sería u