Tras un breve momento de sorpresa, Ana rápidamente tomó las manos de los dos pequeños, casi por instinto. No podía entender por qué Hugo estaba allí, pero al ver su deliberada aproximación a Javier, pensó que tal vez venía a llevarse a los niños. ¿Sería posible que Lucas la trajera aquí no para un tratamiento médico, sino para entregar a los niños a sus abuelos?
Esta idea ensombreció el rostro de Ana, y su tensión se contagió a los pequeños, que se aferraron a sus piernas, mirando a Hugo con recelo, como recordando memorias desagradables.
Hugo, al ver esta escena, se sintió incómodo. Solo quería ver a sus nietos, no tenía intenciones maliciosas. La resistencia de ellos le dolía, incluso preferían tratarlo como un extraño. Suspiró, incapaz de contenerse.
—Ana... —dudó Hugo, sin saber cómo dirigirse a ella. Su relación era extremadamente distante—. No tengo malas intenciones, no tienes por qué temer.
—¿De verdad? —Ana no pudo evitar sentirse irónica. Para la familia Hernández, todo lo qu