La fiesta continuó después del discurso de Christian y de los COOs internacionales, pero con una energía ligeramente diferente. Las luces volvieron a la intensidad normal, las conversaciones retomaron su tono más relajado, y el sonido de las copas de champagne volvió a dominar el ambiente.
Traté, en varios momentos durante la noche, de encontrar una oportunidad para hablar con Nate. Pero era como si el universo hubiera conspirado contra cualquier posibilidad de conversación privada entre nosotros.
Siempre que pensaba que había una oportunidad, algo pasaba. En el primer intento, cuando vi a Nate alejándose de un grupo cerca del bar, un inversionista alemán importante se acercó a él con otros ejecutivos a su paso, iniciando una conversación aparentemente seria. Me quedé ahí parada, sosteniendo mi copa de vino, observando a Nate asumir esa postura profesional que conoc