El aroma de carne a la parrilla en el patio de mis padres me trajo recuerdos de la infancia, cuando los domingos eran sagrados para reuniones familiares y el asado de papá. Hoy no era diferente, excepto por el hecho de que ahora Christian estaba sentado en la vieja silla de plástico al lado de la parrilla, escuchando atentamente las historias que contaba mi padre.
Era gracioso ver a Christian —un hombre que normalmente frecuentaba restaurantes sofisticados y eventos de gala— perfectamente a gusto en nuestro patio simple, vistiendo una camisa polo y jeans, como si hubiera nacido para eso. Mi padre había insistido en que se quedara cerca de la parrilla, "supervisando" el proceso, lo que en realidad significaba ser bombardeado con anécdotas y consejos no solicitados sobre condimentos.
"Zoey", mi madre apareció en la puerta de la cocina con una bandeja de ensaladas, "tu comida de embarazada está lista. Y antes de que preguntes, sí, lavé todo tres veces."
Sonreí, tomando la bandeja de sus