Alicia despertó por el sonido de su teléfono; al tomarlo, vio que era una llamada de su hija, así que rápidamente contestó.

—Mami, ¿cómo estás?

—¡Bien, hija!

—Te escuchas un poco rara, mamá.

—No es nada. ¿Te la estás pasando bien?

—¡Sí, mami!

—Me da mucho gusto, hija. Recuerda que en unas semanas iré a verte para pasar un fin de semana juntas.

—Sí, mami, aquí te espero.

Alicia continuó hablando con su hija por un largo rato. Después de que terminaran la llamada, se dio un baño, se arregló para ir al súper y a hacer sus compras a pesar del malestar que tenía. Al regresar a su casa, comió muy poco, se recostó nuevamente en su cama, donde se durmió nuevamente. Prácticamente, había pasado así todo el domingo.

A la mañana siguiente se despertó sin ningún rasgo de resaca, se dio un baño, se puso un vestido, soltó su cabello para luego salir de su casa.

Axel se había despertado temprano el día anterior. Lo había pasado fatal pensando en Alicia, si no le había ocurrido nada la noche que salió.