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—Haz lo que quieras —le dijo, y Amelia se envolvió en la toalla sin mirarlo—. De todos modos, va a ser como si no estuvieras aquí. No te echo porque llueve, y me faltan tripas para aventarte afuera. Pero no me provoques más, Amelia; en este momento estoy tan enojado contigo que lo que menos quiero es verte —sin añadir nada más, Zack se dio la media vuelta y tomó el teléfono para llamar a alguien.

Pizza, él estaba pidiendo pizza.

Se quedó allí, de pie aún, envuelta en la toalla, con sus últimas palabras rebotando en su mente. Ciertamente, se notaba que no quería ni verla. La había tenido desnuda y dispuesta delante de sus ojos, y había sido como si mirara un mueble.

Y eso nunca antes había pasado. Los ojos siempre le brillaban, y acto seguido la pegaba a su cuerpo para sentirla.

Dijiste que aceptarías su ira; ah&iac

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