—El otro día estaba en Sudáfrica por negocios y oí algo. El cerebro del ataque terrorista en Sudáfrica, Oster, no está muerto. Se dice que ha sido gravemente herido y ha estado escondido.
Hernán no esperaba que Oster sobreviviera a la explosión.
—Me gustaría encontrarlo, pero hasta ahora todo lo que sé es que se esconde en una isla en algún lugar del Pacífico.
—¿Sí?
Francisco apretó los puños y controló su ira。
—¿Qué hace Augusto últimamente? —preguntó Francisco.
—¿Él? —Hernán se rio—. Parece que está buscando a alguien. A la ladrona quien robó el reactivo A117.
Augusto era fuerte y arrogante desde niño y se avergonzaba de no haber atrapado a la ladrona que robó el reactivo A117. Así que se comprometió a encontrar a ella.
—Dile que investigue a Oster. —dijo Francisco.
Francisco tuvo que matarlo para superarlo.
—Bien. Se lo diré. —y colgó.
Francisco miró el reloj y se levantó para ir a la sala de conferencias para las reuniones.
En Barcelona.
Sabrina volvío a casa del traba