Los perros de campo se sentaron junto a Aurora o la rodearon, moviendo la cola y sacando la lengua, mostrando una actitud amigable.
Clara les advirtió en voz baja: —Seguro que está en guardia, tengan cuidado.
En un abrir y cerrar de ojos, Emiliano abrió la puerta de madera. Debajo había una escalera de madera, sumida en la oscuridad, parecía ser un sótano.
Ambos descendieron con precaución por las escaleras y pronto llamaron a Clara desde abajo: —Doctora, encontramos al señorito Suriel, pero no encontramos a Natalia.
Clara bajó las escaleras y vio que Suriel estaba tumbado en una cama de madera, ileso, pero Natalia no estaba por ninguna parte.
Efectivamente, esta vez Natalia actuó impulsivamente llevándose a Suriel. No esperaba que Clara descubriera todo tan rápido. Ella sola no podía trasladar a Suriel, así que lo llevó aquí precipitadamente.
Lamentablemente, Natalia no previó que Clara llegaría tan pronto.
—El señorito Suriel está bien, se despertará al amanecer.
—Doctora, ¿qué debem